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lunes, septiembre 25, 2006

La izquierda en el entresiglo: Los principios y el realismo político

Por Mario Roberto Morales

Nota introductoria
Un nuevo intento de unidad de las izquierdas dispersas ha surgido en mi país, al cual he adherido suscribiendo su declaración inicial. Una vez más las izquierdas vuelven a luchar para unificarse, entusiasmadas por la ola antineoliberal que recorre América Latina. Mal haría yo en no apoyar este esfuerzo, el cual sin embargo miro con reservas porque, aunque sus promotores afirman que se trata de un proyecto incluyente y no discriminatorio ni sectario, todavía no ofrece un planteo convincente de que estará regido por la democracia interna y no por la cultura exclusivista de cúpulas y roscas de poder que ha caracterizado a la izquierda local y que ha causado sus derrotas tácticas y estratégicas.

En 1997, pocos meses después de la controvertida firma de la paz entre las guerrillas y el gobierno de Guatemala, publiqué el ensayo que el lector verá a continuación. Lo reproduzco ahora como un aporte a la ineludible discusión que debe animar este nuevo esfuerzo unitario, porque creo que sus planteos centrales siguen teniendo la misma vigencia que hace una década. No es mi intención revivir conflictos ya superados, porque éstos no lo están. Ni meter cizaña en supuestas relaciones idílicas que no sólo no existen sino que hay que construir justamente por medio de la discusión abierta de estos asuntos y no mediante su ocultamiento. Espero que el hecho de reproducir esta pieza se tome como lo que quiere ser: como parte de una práctica irrenunciable de cualquier fuerza de izquierda que se precie de serlo: el debate ideológico libre (no a espaldas sino) a la vista del pueblo.

Guatemala, 22 de septiembre del 2006

I En lo global
En el peor y más generalizado de los casos, ser de izquierda hoy día en Guatemala significa permanecer aferrado a una idea vaga y devaluada del paradigma socialista, amparándose en un acto de fe según el cual lo que falló fue el "socialismo real" y no el marxismo, con lo que el esencialismo fundamentalista de izquierda "dota" de "racionalidad" a una religiosidad en bancarrota, ya que semejante concepción del marxismo como verbo infalible, sólo expresa una vía de escape de corte católico a la crisis conceptual de la izquierda. En el mejor de los casos, ser de izquierda significa buscar, en medio de insoportables sentimientos de culpa, una posición de principios que no colisione con el realismo político que la coyuntura impone, el cual empuja a plantear cualquier proyecto de izquierda dentro de las coordenadas de la democracia representativa, la economía de libre mercado, la globalización y, en lo cultural, la posmodernidad.

Ninguno de estos dos extremos sirve para replantear a la izquierda como una fuerza política que luche por el poder y llegue a tomarlo en el siglo XXI. El mejor de los casos debe realizar su búsqueda sin las trabas del principismo izquierdista, que sólo sirvió como medida disciplinaria verticalista y como terrorismo ideológico de las cúpulas, buscando articular un nuevo conjunto de principios éticos que sustituyan la doble "moral revolucionaria" de antaño, en cuyo nombre se cometieron atrocidades que no se diferencian de las cometidas por la derecha.

Esta búsqueda tiene que ver con redefinir al sujeto social de la izquierda.

En efecto, hay que comprender y aceptar que ya no es la clase obrera ni su alianza con el campesinado el sujeto del cambio histórico y el agente de la utopía del bienestar colectivo. Ahora, el sujeto del cambio transgrede el límite de las clases sociales y se desparrama vertical y horizontalmente a toda la sociedad, según los movimientos de la globalización. Los grupos marginados, los "nuevos movimientos sociales", las reivindicaciones de género, étnicas y ecológicas, entre otras, plantean un sujeto social del cambio diferente del exclusivamente clasista y, de paso, replantean el criterio clasista como eje de las explicaciones y de las acciones de la izquierda. En tal sentido, definir el sujeto del cambio histórico como un sujeto transclasista y transétnico, implica replantear la estrategia de la lucha de clases en sentido clásico y sustituirla por una estrategia remitida a los sujetos marginados de los beneficios de la centralidad hegemónica y dominante, lo cual no coincide matemáticamente con la división clasista.

La izquierda se plantea actualmente, por necesidad táctica, como una fuerza política reformista, en la línea de los "nuevos movimientos sociales." Su proceso de lucha por reformas será el campo de entrenamiento que le permitirá articular una estrategia y una teoría del cambio radical, si es que persiste en su vocación utópica. Lo cierto es que en la actualidad la izquierda no puede darse el lujo de inventar y mucho menos representar un proyecto político global, de reivindicaciones universales que propugnen por la instauración de un régimen universal. En ese sentido, el corazón de la vieja izquierda ha sido removido de su cuerpo, y hay necesidad de implantarle otro, que pueda marchar al paso de los acontecimientos del entresiglo.

Si la izquierda se replantea dentro (y no fuera) del marco de la democracia representativa y la economía de libre mercado, automáticamente se propone a sí misma como un adversario de la derecha que juega a la política en el terreno de su oponente. En tal sentido, el asunto de la política de alianzas emerge urgente, así como el de la unidad de la propia izquierda ante el panorama de tener a la derecha no como enemigo irreconciliable sino como contrapartida del juego democrático en la mantención por consenso del estado de derecho.

Esto lleva a la necesidad que tiene la izquierda de repensar su concepción del Estado y de las funciones que le corresponden, no tanto por la ola triunfalista neoliberal y antiestatalista (que ya languidece como experiencia histórica) cuanto por la oferta política de ejercicio de poder que la izquierda tendrá que hacer a su sujeto social, el cual --no lo olvidemos-- es transclasista, por lo que la propuesta de Estado no deberá excluir a un sujeto social para entronizar a otro sino tendrá que proponerse (el Estado) como el administrador ecuánime de la riqueza social y como socio de la riqueza privada.

En el plano internacional, la izquierda tendrá que rediseñar su estrategia de fomento de la soberanía nacional, teniendo en cuenta que el principal socio global con el que tendrá que trabajar en condiciones de desventaja es Estados Unidos y, en menor medida, con los bloques europeo y asiático. En tal sentido, la izquierda deberá pronunciarse por la modernización según el léxico económico y cultural de la globalización, exigiendo un margen de autonomía que le permita negociar esa modernización con los mayores niveles posibles de dignidad nacional (en vista de que la desnacionalización es tendencialmente la ruta de la globalización). Por ello, la izquierda debe entender que la modernización neoliberal es conservadora porque es excluyente, y deberá luchar por una modernización reformista; es decir, incluyente y democratizante, incorporando a su sujeto social marginado dentro de una programa globalizador que lo beneficie. En una palabra, la izquierda deberá luchar por un reformismo radical. Un reformismo que vaya a la raíz de los problemas nacionales y que de raíz los solucione. En tal sentido, el carácter de la democracia de izquierda deberá ser igualmente radical, tanto en lo interno organizativo como en lo externo operativo.

Para realizar todo esto, la izquierda tiene que empezar por reconocer que no tiene proyecto político socialista alguno; que no acaba de entender y aceptar todavía la situación mundial generada por el colapso del bloque socialista; que consecuentemente sufre una profunda confusión teórica y moral; que se halla financiada por la cooperación internacional y, en tal sentido, es una fuerza política francamente comprada y puesta a funcionar por su enemigo para que el juego democrático pueda caminar; y que necesita renovar sus cuadros porque los que protagonizaron la guerra fría ya no le dan la talla a los acontecimientos contemporáneos; es más, la vejez de los cuadros es una de las fuentes de la crisis interna de las izquierdas.. A partir de aquí, podemos hablar con un poco de detenimiento de la izquierda local.


II En lo local
En el caso de Guatemala, donde la izquierda mantuvo desde 1982 (año de su derrota) una guerra falsa en complicidad con el Ejército, para después renunciar al proyecto revolucionario mediante la firma de los acuerdos de paz con el gobierno, el asunto del futuro de esta fuerza política es particularmente negro. Efectivamente, los contenidos de los acuerdos de paz refuerzan la vieja estructura de tenencia de la tierra y, en otro plano, expresan reformas evidentemente necesarias pero que formarían parte de cualquier programa de gobierno medianamente modernizador y en tal sentido no son para nada "revolucionarias". El futuro de esta fuerza política se presenta negro no sólo porque la unidad de la URNG siempre haya implicado la competencia desleal entre sus dirigentes, sino porque firma la paz y se convierte en partido político en medio de una profunda crisis de credibilidad moral debido a la negación que hiciera de su militante "Mincho", el cual fuera torturado hasta la muerte por miembros del Ejército mientras se negociaba el canje de "Isaías", quien comandara el secuestro de Olga de Novella, ya cuando el cese de hostilidades había sido acordado. Este escándalo reveló no sólo que la URNG tenía entendidos y pactos con el Ejército desde antes de la firma de los acuerdos de paz, sino que la serie de tres secuestros planificados por aquélla para asegurar el retiro de sus dirigentes (el que falló fue el de la ORPA con la señora Novella) se hacían con el conocimiento de los militares.

Esto provocó la crisis de credibilidad de la URNG en sus propias bases. Y, claro, provocó una crisis de credibilidad en el proceso mismo de paz y en el gobierno del PAN, ya que el encubrimiento del asesinato de "Mincho" se realizó por parte de las dos partes negociadoras, a fin de que los financiamientos internacionales siguieran fluyendo para el proceso de paz, en vista de que fue alrededor de esos financiamientos que el pacto URNG-PAN fue cerrado para protagonizar ambos el futuro político inmediato de Guatemala por medio de la conformación de un gran partido con tendencias de izquierda, centro y derecha en su seno. Lo que hace grave todo esto es que estas prácticas políticas constituyen la regla y no la excepción en la historia de la URNG.

Esta circunstancia es necesaria de delinearse para ubicar en ella la confusión actual de la izquierda, que no es la de los dirigentes de la URNG, por supuesto, los cuales están perfectamente alineados con el gobierno en torno a la recepción de los financiamientos internacionales. Pero sí es la de los grupos de izquierda que han surgido como alternativas a la URNG. En tal sentido, se discute en el seno de estos grupos la conveniencia de la unidad a toda costa de la izquierda, toda vez que la credibilidad del estado de derecho depende del esclarecimiento del affaire "Mincho".

Sin duda, el pecado original de la izquierda alternativa que surge a pesar de la URNG es, justamente, que sus miembros han pertenecido casi sin excepción a ella y, por eso, acusan todos los conflictos derivados del choque entre principismo de izquierda y realismo político de izquierda; además de padecer de izquierdismo (la enfermedad infantil del comunismo, que decía Lenin) y de la endémica ceguera para entender la coyuntura nacional y mundial. De ahí el "rechazo" de muchos de ellos al proceso mundial de globalización y a la emergencia e importancia de los "nuevos movimientos sociales" y sus reivindicaciones de género, étnicas, sexuales, ecológicas, etc. Es muy probable que todos los grupos de izquierda confluyan en una gran unidad, porque el mito unitario puebla el imaginario mecanicista de la mentalidad izquierdista, la cual, para el efecto, seguramente echará tierra sobre el sepulcro abierto de "Mincho". En tal caso, una izquierda unida bajo el autoritarismo de una URNG con pactos neutralizantes con la derecha y el Ejército nacerá enferma de muerte. Por el contrario, una izquierda unida sin la URNG nacerá con credibilidad moral. En cualquiera de los dos casos, la izquierda deberá realizar las tareas siguientes:

a). La articulación de una posición ideológica y de principios que evalúe el nivel de flexibilidad que deba existir entre el coyunturalismo político y los principios de izquierda y que se pronuncie sobre asuntos como la lucha de clases, la confrontación étnica, y la contienda electoral. En este sentido, la izquierda debe redefinir su concepto de "pueblo", ampliándolo más allá de la tradicional alianza obrero-campesina hacia conglomerados "informales" que juegan un papel decisivo en la economía del país. De esta manera, puede ser capaz de plantear un "interés nacional" que desemboque en un frente político que diseñe un proyecto nacional-popular que articule al país étnica y clasistamente como un país moderno e inserto de la mejor manera posible en la globalización. De aquí en adelante puede lanzarse a la contienda electoral.

b). Como parte del asunto de la contienda electoral, esta posición ideológica deberá buscar establecer criterios y principios para definir asuntos como la negociación con la derecha y la política de alianzas, así como los términos de la unidad de las izquierdas. En este sentido, la política de alianzas con la derecha debe tener como límite precisamente el interés popular frente al interés de las elites. Si es que la izquierda se une incluyendo a la URNG, el problema surge cuando recordamos que ésta se encuentra enferma de muerte por su pacto de alineamiento con la derecha y el Ejército. Por eso, la izquierda alternativa debe prepararse para protagonizar el proyecto nacional-popular sin la URNG. La unidad a toda costa de la izquierda es, de nuevo, puro principismo que anula el realismo político, el cual debe priorizar la credibilidad política y moral de la izquierda, si es que ésta quiere de veras tomar y ejercer el poder, y no simplemente mantenerse en la eterna trinchera de lucha en contra de él.

c). Asimismo, la izquierda deberá definir una línea política de masas. Esto implica organizarlas en donde no exista su organización, y movilizarlas en donde la organización ya exista, siempre bajo un criterio amplio de "pueblo" y de sujeto social del cambio. Es en este espacio en el que caben todos los "nuevos movimientos sociales".

d). La izquierda deberá también abrir un espacio para la actividad intelectual, académica y artística. Esto, porque es notoria la ausencia de cuadros intelectuales capaces de diseñar una estrategia de izquierda organizada en las filas de la URNG y también en las de la izquierda alternativa. Esto se debe al menosprecio que la dirigencia militarista de la izquierda profesó hacia los intelectuales desde sus orígenes marcados por el militarismo de derecha y el burocratismo estalinista. En cuanto a los artistas, ellos han creado la cultura de la revolución que caracteriza las mejores manifestaciones estéticas de las últimas tres décadas, y las dirigencias de izquierda ni siquiera lo saben, y mucho menos lo valoran. La izquierda debe apropiarse de la cultura de la revolución, promocionarla y difundirla como parte importante del imaginario colectivo nacional y como parte de una ideología nacional-popular que sea fuente de orgullo histórico.

e). Finalmente, el ámbito de acción de la izquierda no puede rebasar los ámbitos de la economía de mercado, la democracia representativa, el estado de derecho, y la globalización posmoderna. En tal sentido, la izquierda solamente puede ser reformista, democrática, popular y pluralista. El socialismo como dictadura del proletariado dejó de existir como estrategia, y debe dejar de existir como sueño secreto de las mentalidades izquierdistas (enfermas de infantilismo comunista). En tal sentido, debe rebasar el espacio de las organizaciones populares tradicionales para lanzarse a otros ámbitos de lo popular. El peligro siempre presente en este trabajo es la corrupción derivada del flujo de financiamientos internacionales. Aquí, de nuevo, la URNG tiene el pecado original de haber sido comprada por la derecha con esos dineros, por lo que, otra vez, la unidad a toda costa queda en entredicho. Cabe aquí también señalar que la izquierda alternativa debe establecer una política de criterios para la tramitación, aceptación y uso de los recursos de la cooperación internacional.

La credibilidad de la izquierda misma como fuerza política representativa de los intereses de las mayorías está en juego y la misma depende de los criterios que se esgriman para realizar la necesaria unidad de izquierda. Es mi opinión muy personal que las izquierdas alternativas deberían unirse no con, sino frente a la URNG, ya que ésta debería desaparecer en razón de haber renunciado al proyecto político de izquierda con los contenidos de los acuerdos de paz, y pasar a formar parte de la derecha abiertamente. Si no, la izquierda se convertirá en un mero requisito formal para que la derecha pueda navegar con la bandera de que aquí existe la democracia porque existe una "oposición". El reto de la vigencia de la izquierda es, hoy por hoy, moral. Y más que nunca la voz de Gramsci pesa sobre nosotros cuando nos recuerda una vez más que: "Sólo la verdad es revolucionaria".

Hay que reconocer también que la izquierda guatemalteca es una izquierda vieja, que no tiene juventudes, entre otras cosas, porque la estructura familiar y las escuelas de cuadros no fue precisamente algo que la izquierda cuidase durante su lucha. Las juventudes no reprodujeron el proyecto de izquierda sino que éste permaneció siendo una idea de viejos con la que los jóvenes no se identificaron. En tal sentido, la derecha tiene una inmensa ventaja sobre la izquierda, ya que el proyecto de derecha tiene una potente batería juvenil que cree en él. La izquierda debe abocarse urgentemente a un proyecto de formación de cuadros nuevos, a los cuales, por supuesto, debe ofrecerles un programa político coherente, atractivo y realista, así como espacios de trabajo y ascenso democrático. La juventud, hoy por hoy, no cree en el centralismo ni en el verticalismo, sino en la participación para el ascenso individual.

A continuación ofrezco un prontuario de diez puntos acerca del futuro de la izquierda en Guatemala, los cuales pueden servir como elementos de discusión para ir ordenando el debate de la izquierda en la actual coyuntura.



III Decálogo para ordenar la dispersión de las izquierdas
1. El ejército derrotó militarmente a la URNG en 1982. De esa fecha hasta el 29 de diciembre de 1996, el "conflicto armado interno" fue un juego de fingimiento de las partes, debido a que a ambas convenía un estado de guerra en el país: al ejército, para mantener su control sobre las instituciones políticas, y a la URNG para justificar los apoyos internacionales que recibe.

2. Con la firma de los acuerdos de paz (1996), la URNG claudicó ideológica y moralmente ante los sectores tradicionales de poder; es decir, las derechas, los terratenientes y el mismo ejército, ya que los contenidos de los acuerdos constituyen una ratificación del status quo. Este hecho decepcionó a buena parte de su militancia y simpatizantes.

3. Con el asunto de "Isaías" y "Mincho" se hizo público por primera vez un procedimiento común dentro de la URNG: la eliminación de la propia gente que ha dejado de ser útil a la cúpula de poder. Al desconocer a "Mincho" y encubrir su asesinato, en contubernio con el PAN y el Ejército, la URNG se desenmascaró como una elite dirigencial que cerró filas con su enemigo y traicionó a su militancia y a los ideales de la revolución que pregonó liderar. Y al descubrirse que las FAR, el EGP y la ORPA realizaban secuestros para asegurarse la jubilación de sus dirigencias mientras negociaban la paz y se comprometían a no realizar "actos de guerra", la URNG perdió credibilidad ante la comunidad internacional. Además, ante el descalabro de la ORPA, las FAR y el EGP han ocupado violentamente ese espacio vacío y han surgido "disidentes oficiales" que exigen el esclarecimiento del affair "Mincho", entre otras medidas tendentes a hacer leña del árbol caído y evitar que Rodrigo Asturias pueda levantarse después de este golpe certero.

Tanto los contenidos de los acuerdos de paz como el asunto "Mincho" le quitaron toda posible credibilidad al proceso de paz, ya que el pueblo vio ambos hechos como la expresión de que en Guatemala las elites de poder siguen instrumentalizando a las masas en su provecho, y así la institucionalidad democrática no logra fortalecerse. La restitución de la credibilidad del proceso de paz pasa, antes que nada, por el esclarecimiento total del asunto "Mincho" y por la deducción de responsabilidades penales de todos los involucrados en él.

4. Ante la bancarrota moral de la URNG, los grupos de la izquierda dispersa que empiezan a organizarse, enarbolan la bandera del esclarecimiento del asunto "Mincho". En este sentido, es ingenuo proponer la unidad de la izquierda a toda costa, haciendo del asunto "Mincho" un sepulcro blanqueado. Ninguna fuerza de izquierda que se plantee a sí misma como alternativa a la izquierda oficial aliada con la derecha, puede aceptar alianzas con la URNG mientras no se esclarezca el asunto "Mincho".

5. En vista de que lo más probable es que el asunto "Mincho" quede impune, los grupos de izquierda alternativa deberán buscar la unidad entre sí para enfrentarse a la URNG mediante una campaña de exigencia del esclarecimiento del asunto "Mincho", si es que quieren de verdad resucitar una alternativa política de izquierda unida, con credibilidad moral.

6. Siempre en la línea de restitución de la moral revolucionaria, la izquierda alternativa deberá atacar la pretensión de la URNG de apoderarse de la USAC para hacer de ella un semillero de militantes, una plataforma económica y de propaganda para su partido político y, de nuevo, un centro de indoctrinamiento fanático de la demagogia izquierdoide de sus dirigentes. La USAC necesita una reforma académica y administrativa para seguir siendo una universidad popular con calidad académica. Convertirla de nuevo en espacio de militancias políticas significa enterrarla como academia.

7. La izquierda alternativa deberá diseñar su plataforma de lucha y de principios dentro de las coordenadas de una sociedad regida por la libre empresa y la democracia burguesa, sin aliarse con organizaciones populares corruptas, y normando la aceptación de fondos internacionales para financiar proyectos de "nuevos movimientos sociales", a los cuales deberá tratar de cooptar según el eje ideológico de democratizar el poder por la vía de su descentralización, aplicando siempre el criterio de la incorruptibilidad tanto para la formación y acción de "nuevos movimientos sociales" como para la aceptación de financiamientos internacionales.

8. En tal sentido, la izquierda alternativa debe, además de echar a andar una agresiva política de unidad con las fuerzas de izquierda no urrenegistas, practicar una audaz política de alianzas en la que el principismo izquierdista no se constituya en un freno paralizante para compartir cuotas de poder con las derechas, recordando siempre que el esclarecimiento del asunto "Mincho" es la condición sine qua non para restituirle a la izquierda su credibilidad moral y su representatividad popular. Si se cede en este asunto, se cede ante la impunidad y la corrupción y se descalifica a la izquierda alternativa.

9. La izquierda alternativa deberá diseñar y practicar una línea de masas que le permita organizar en donde no haya organización e influir en donde ésta ya exista; y también diseñar y practicar una línea política para integrar y hacer trabajar orgánicamente a los intelectuales y artistas identificados con la utopía según la cual el bienestar colectivo es una meta posible y deseable de alcanzar por parte de la única fuerza política que se la plantea como objetivo estratégico: la izquierda moralmente renovada, la izquierda alternativa.

10. La izquierda necesita desesperadamente rejuvenecerse. La derecha, al mantener vivo el mito de la familia y la monogamia como unidad moral, consiguió (no renovar su doble moral, por supuesto, pero sí), por la vía de la represión y la hipocresía, renovar sus cuadros y dotar a su proyecto de una fuerte batería de yupies que actualmente se encargan de los negocios de papá, incluyendo los negocios de la política. La izquierda, con su a-moralismo de pose revolucionaria, dio al traste con la familia, la pareja, la lealtad y la fidelidad y, consecuentemente, los hijos de los izquierdistas son ahora de derecha porque sencillamente no quieren que les pase lo que a sus padres: exilio, persecución, promiscuidad, caída de valores y corrupción. La izquierda es una agrupación de viejos en los que la inercia ideológica de la guerra fría (el estalinismo) es una enfermedad incurable. En tal sentido, la pregunta sobre ¿quién formará a los nuevos cuadros de la izquierda en una cultura política de principios?, se impone pertinazmente. No hay respuesta inmediata. Por todo, una pregunta inquietante aflora con implacabilidad para cerrar estas líneas:

¿No será que la izquierda está condenada a la marginalidad política y a la lucha contra el poder y no por el poder y mucho menos desde el poder? ¿No será que para que la izquierda pueda a aspirar a ser algo más que un "canasto de cangrejos" en el que todos impiden que alguno salga del canasto, debe haber un borrón y cuenta nueva? ¿O es posible una continuidad de la izquierda como resultado de salir fortalecida de su crisis mediante la autocrítica y el replanteamiento radical? Esta es la situación y la disyuntiva. La resurrección de la izquierda depende de empezar por admitir su crisis, porque sólo así puede empezar a crecer moral y políticamente.


Nota final
He escrito estas líneas en medio de las controversias provocadas por el asunto "Mincho", por la conformación de la URNG como partido político, y por el surgimiento de nuevos grupos de izquierda constituidos por viejos militantes. No he querido hacer un ensayo académico sobre el futuro de la izquierda sino más bien un ensayo ideológico sobre la unidad de las izquierdas locales en el vértice del choque entre los principios de izquierda y el realismo político. He corrido el riesgo de pecar de coyunturalista, pero lo he preferido al de pecar de programático y mecanicista porque creo que resulta más fructífero --para contribuir a un debate como el que nos ocupa-- caer víctima de la inmediatez sincera que ejercer concientemente la mediatez demagógica, a la que hemos sido tan afectos todos los que hemos tenido una militancia de izquierda. Sólo espero que algunas de las ideas aquí expuestas puedan servir de algo a las nuevas generaciones de políticos comprometidos con la causa del bienestar colectivo. Me refiero a los jóvenes dispuestos a no negociar nunca su bienestar individual en nombre del pueblo y a no formar parte del elitismo privilegiado ya sea este de izquierda o de derecha.

Guatemala, junio de 1997

7 Comentarios:

  • Soy militar español y trabajé en Minugua durante algún tiempo. Ahí me pude dar cuenta de la precariedad política y social que existe en este bello país.

    El Sr. Morales es uno de los pocos lúcidos columnistas en Guatemala.

    Lamento mucho la situación de ignorancia a todo nivel que tiene que soportar este pueblo por el yugo de las derechas y la estupidez de las izquierdas.

    Hasta cuando?

    Por Anonymous Anónimo, 26 septiembre, 2006  

  • Si la izquierda guatemalteca en verdad tiene vocación democrática, debe ser severamente crítica para consigo misma y dejar esa fea costumbre de esconder la basura bajo la alfombra, reproduciendo las mismas conductas antidemocráticas de los partidos de derecha.
    Además si se continua con la práctica de descalificar y neutralizar cualquier opinión contraria al oficialismo que surja de la izquierda misma --y si en verdad lo que se quiere es crear un proyecto nacional-popular serio y no hacer una triste parodia--, el enemigo seguirá complacido, fortaleciendo los sempiternos privilegios en detrimento de la masa que puja diariamente por sobrevivir.
    Otra Guatemala es posible, el Frente tiene el reto de romper el paradigma del caudillo y el oportunista que tanto daño han hecho a la izquierda local, si su dirigencia entiende que la democratización es un asunto impostergable.

    Por Blogger charakotel, 26 septiembre, 2006  

  • En mi opinión toda persona arriba de 50 años debe pasar a integrar solo parte de consejos políticos. Cuerpos Asesores y no más funcionarios de partido o con posiciones de poder.

    Habrá que aprovechar la experiencia de la gente vieja pero no debe ya tomár las desiciones.

    Y en todo cuerpo organizacional debe haber 50 por ciento de mujeres, esto debe ser estatutario ya que de buena gana no lo garantiza nadie.

    Karla Reyes
    Antigua Guatemala

    Por Anonymous Anónimo, 29 septiembre, 2006  

  • La edad o el sexo no pueden ser (nunca lo han sido ni lo serán)criterios para medir ni establecer la capacidad humana en materia política, intelectual y afectiva. Como todo el mundo, los jóvenes, las mujeres, los indígenas y los gays deben ganarse a pulso su lugar en las estructuras de poder, y no esperar que se les otorgue sólo por su condición, la cual, aunque sea desventajosa, no justifica privilegios paternalistas ni asistencialismos "políticamente correctos". Si la izquierda cae más hondo en el hoyo de la oenegización, jamás dará un paso adelante debido al puritanismo de la "corrección política" y, además, por su ya paralizante dependencia de los financiamientos externos.

    Por Anonymous Anónimo, 29 septiembre, 2006  

  • La "corrección política" es a menudo confundida con la corrección política de ahí que algunos que por "revolucionarios" reniengan de su posición de izquierdas encontrandose en abrazos por "incidendte" con posiciones abiertamente contrarias.

    Verdad es que el sexo, preferencia sexual, pertenencia a etnia especifica, etc, en sí no representa privilegio alguno para obtener un cupo o cuota.

    Cierto es también que el "gane a pulso" es relativo en función de las condiciones desventajosas para emprender la carrera a partir de un banderazo de salida.

    La denominada discriminación positiva es un mecanismo que no atiende precisamente a "corección política" o a procesos de "oenegenización" como lo sugiere el Usuario Anónimo. Son condiciones reales y concretas las que en un tímido intengo de iniciar con méjor pié, se aplican para gananrle tiempo al tiempo.

    Hablar de "justificación de privilegios" es caracteristico y forma parte precisamente de ese paternalismo al que se pretende denunciár en el comentario que antecede a este.

    El asunto de la edad tampoco sería un criterio si nó estuviaramos hablando de Guatemala. Nuestro viejos ya probaron haberse equivocado y lo poco o lo mucho logrado es de agradecerse pero sus limitaciones y alcances son más que evidentes. Lo mejor que les puede pasar es que los retiremos con dignidad y respeto.

    Bueno es que discutamos y en función de entrarle al asunto quienes nos sentimos progresistas y no "progres" sigamos adelante en la discusión.


    Karla Reyes

    Por Anonymous Anónimo, 30 septiembre, 2006  

  • Dentro de los argumentos que han surgido en el contexto reciente del llamado a la unidad de las izquierdas en Guatemala, el planteamiento que hiciera el Sr. Morales ya en 1997, en el contexto del “caso Mincho,” tiene enorme relevancia.

    No hay necesidad, creo yo, de estar de acuerdo con todos y cada uno de los planteamientos individuales que hace el Sr. Morales en esta contribución. Pero el todo del argumento que nos ofrece, es decir, su llamado a una construcción emancipadora de una izquierda sin la hegemonía tradicional de la URNG y sus clientelas dentro del movimiento popular tradicional (por cuanto que la URNG misma y ese clientelismo son parte de lo que hay que superar), dentro del marco y haciendo uso incluso del vocabulario de la globalización (por cuanto que la globalización no es solo un producto mas dentro de la abarrotería de productos del mundo contemporáneo sino que es, de hecho, el marco mismo que hace posible dicho mundo y otros mundos posibles) y dentro del contexto (y presumo yo que también haciendo uso del lenguaje) del Estado de derecho (por cuanto que dicha forma de Estado es la que hace posible, precisamente, el pensar y accionar de alternativas distintas sin temor a la coerción y la censura) y de una economía de mercado no neo-liberal (por cuanto que la lógica de una economía de mercado, que no debe ser confundida con el neo-liberalismo, tiene su propia racionalidad independientemente de la logia política y social), retiene vigencia irrefutable.

    Yo personalmente no creo, pues, que los argumentos del Sr. Morales retengan su vigencia por su carácter “realista” en un contexto de políticas de izquierda que, es cierto, ya no pueden regocijarse de la presencia de un socialismo real que les provea un horizonte de certidumbres dogmáticas. Ese socialismo ya no existe y los modelos emergentes en Latinoamérica como el de Hugo Chávez y el de Evo Morales, a mi parecer, son modelos ya hipotecados con el viejo colectivismo y movimentismo popular que se articuló, precisamente, sin los lenguajes de la modernidad, la globalización o la democracia integral.

    Yo más bien creo que los argumentos del Sr. Morales retienen su vigencia precisamente porque los mismos expresan un desarrollo moral y político en el auto-entendimiento de la izquierda (claramente transnacionalizada, como lo demuestra la misma vida y trabajo del Sr. Morales) y, por tanto, la oportunidad de darle un impulso mas al proceso de transición cultural y política, que está ocurriendo no solo dentro de la izquierda, que se vive en Guatemala.

    Marco Fonseca

    Por Blogger Marco Fonseca, 03 octubre, 2006  

  • mario roberto hace referencia a temas relevantes para la reconstrucción de la izquierda en guatemala. primero con la superación de esa visión mecánica del marxismo que se hizo común dentro de la izquierda chapina. urgidos quiza dentro de ese ambiente triunfalista de los 70´s y 80´s, el "estudio político" se limitaba a la lectura de manuales o de documentos donde se resumían algunas ideas acerca de la realidad guatemalteca. una repetición mecánica de un cuerpo de ideas y conceptos, al que se le llamo marxismo.

    en realidad la izquerda no era mas que la suma de una concienca católica sumado a un "catesismo" marxista, sumado a los sentimientos de culpa que menciona mario roberto, habría que agregar el sentido "martir" de la lucha: la muerte como máxima espresión de la conciencia revolucionaria.

    hay que superar entonces no sólo las limitaciones conceptuales políticas sino además la "moral" revolucionaria

    de ahi que el "caso mincho" tenga un papel relevante en todo este proceso.


    alvaro diaz

    Por Anonymous Anónimo, 03 octubre, 2006  

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