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lunes, septiembre 18, 2006

Otra Guatemla es posible... ya lo creo que si

Por Mario Palomo
Los resultados más latentes de haber llevado a sus últimas consecuencias la reestructuración económica y política neoliberal, tanto en el primer mundo como en los terceros y cuartos, se expresan en haber engendrado tipos de sociedades en las que las clases capitalistas han devenido en prácticas monopólicas y oligárquicas, las cuales sin duda les han permitido alcanzar niveles insospechados de productividad y acumulación de capital en manos privadas (eso está fuera de duda) pero que no se han traducido, ni medianamente (como lo ha venido prediciendo las izquierdas en todo el mundo durante los últimos veinte años, a contrapelo de la insultante “teoría del derrame”), en la inclusión de las mayorías en la producción y el consumo, y en consecuencia tampoco en un bienestar para las sociedades que adoptaron dicho modelo.

El malestar social generalizado en la región, y no digamos en Guatemala, no ha tardado en desmentir la tónica neoliberal que pretende hablar en nombre del “hombre común contra el gran Estado”, tónica desde la que por perversa metonimia, las oligarquías con el apoyo de un menudo equipo de porristas mediáticos ligados a las cámaras de comercio e industria, quienes siguiendo el recetario práctico-ideológico despachado por las tecnocracias del Banco mundial y el FMI han elaborado una suerte de populismo de mercado (populismo en el sentido más demagógico posible), desde el cual le han atribuido a la agenda oligárquica y corporativa transnacional las virtudes de “superar” la lógica de la democracia mediante la reducción de gastos sociales del Estado, la privatización y consiguiente transnacionalización de los sectores básicos de la soberanía nacional, la flexibilización del mercado laboral (lo cual no es otra cosa que crear el ambiente propicio de hostilidad laboral donde el trabajador se resigne a trabajar por lo que la patronal diga y bajo las condiciones que le sean impuestas), y la reducción del Estado a oficina gerencial y gendarmería dispuesta a acatar el Estado de Derecho (reducido al resguardo de la propiedad privada en un orden social donde poco menos de tres cuartas partes de la sociedad carecen de la misma) exclusivamente para mantener la chusma a raya. Basta con ver los informes recientes del Banco Mundial para confirmar la lógica descrita arriba (informes que no son necesariamente los de la academia de ciencias de la URSS).

Como guinda, todo ello está barnizado con la retórica de “pequeños y medianos empresarios” de la época de Adam Smith y en nombre del “hombre común” (!), escamoteando con ello el hecho que la creciente polarización de la sociedad entre ricos y miserables ha sido posible, entre otras cosas, gracias a la desregulación tributaria de las grandes corporaciones transnacionales y los monopolios locales que han hecho históricamente rutina de la evasión fiscal y de los subsidios obligación estatal, so pretexto lastimero de “crear condiciones favorables para la inversión”; subsidios que adivinen quiénes pagan: los mismos pequeños y medianos empresarios y demás clases populares –las que pululan entre el trabajo por contrato, el desempleo y el subempleo- a quienes dicen “representar”.

Cierta es, sin duda, la necesidad señalada por los neoliberales de depurar el Estado de todos los elementos corruptos que en el hay, lo que no es cierto es que esa sea “la raíz de los problemas de inequidad en la sociedad”. Tal argumento busca endosarle a la prácticas corruptas del poder -creadas por los mismos intereses oligarquicos aunque sean otros quienes las representan- la lógica profundamente excluyente del mercado acaparado por ellos.

Conviene no olvidar que el ejercicio político desde 1954, en mayor o menor medida ha estado restringido a hacer de los derechos de la ciudadanía favores de las oligarquías (al igual que hoy), las que hoy más alto gritan en contra del monstruo creado por y para ellas (lo mismo que las bandas paramilitares patrocinadas por el gran capital, que después de la firma de la paz se han dado a la tarea de aterrorizar a sus antiguos mecenas).

La receta política que reduce a la democracia a la elección de cualquier presidente inocuo que pertenezca a algún partido de derecha entre un sinnúmero de partidos de la misma denominación (aunque se digan de “izquierda”), pero con diferente slogan, y el consecuente ascenso de las camarillas de ministros no electos, quienes toman las decisiones verdaderamente importantes del país y lo hacen a puerta cerrada y sin consultar a la sociedad, los cuales están ahí por ser hombres y mujeres de confianza de la iniciativa privada (como la insolente ministra de educación), de las corporaciones transnacionales, del Banco Mundial y el FMI, incita a sospechar que la medicina no provendrá de quienes crearon la enfermedad.

Sin embargo, no hay nunca una cara sin su contracara, por lo que no es de extrañar que en una mayoría de países latinoamericanos dicho proyecto ya haya fracasado de manera rotunda, dando lugar a que las respectivas sociedades intervengan (con puebladas y demás desbordes de la voluntad popular) como parte demandante y ordenadora en los procesos y reacomodos de su lugar y su tiempo, encarando al Estado y a las elites económicas para crear los consensos necesarios a través de los cuales se logren estructurar proyectos económicos y políticos de país que antepongan a los intereses sectoriales un “interés nacional”, deliberando y legitimando, en adelante, todas las decisiones desde lo popular en tanto horizonte incluyente elaborado por las mayorías.

En esta breve latitud varías son las propuestas que desde hace tiempo se han esbozado y que los distintos sectores interesados en que las cosas sigan como están, olímpicamente han fingido hacer como si no estuvieran. Tal es el caso del proyecto de democratización intercultural e interétnica (es decir, que trasciende la lógica desmovilizante del multiculturalismo políticamente correcto de la cooperación internacional puesto en escena por el oenegismo y su consecuente cooptación de los movimientos sociales críticos) construido por Mario Roberto Morales, el cual está movido por una lógica contra-hegemónica de democracia radical, la cual no desentona en absoluto con el proyecto Nacional-Popular que yo he venido esbozando en ésta columna durante ya hace más de un mes.

Ambos proyectos no son planteamientos acabados sobre la problemática. Más bien se ofrecen como preguntas que buscan complementarse en la necesidad de un esfuerzo colectivo para hacerle frente al proyecto neoliberal defendido a capa y espada por nuestras flamantes oligarquías y sus adocenados cuadros de oficiosos tecnócratas y recaderos mediáticos de clase media; para construir a partir de una lógica democrática radical un “interés nacional” interétnico, intercultural e interclasista, con un horizonte ético que solo pueda suponer la dignidad de todos, y en esa medida ser capaces de contribuir en romper con la lógica excluyente que pone a la sociedad al servicio de los dueños del mercado, para poner al mercado al servicio de la sociedad.

Por eso saludamos con entusiasmo la invitación del FPSI (frente político social de izquierda) y su esfuerzo por querer articular la diversidad del disenso mediante “una alianza que desarrolle un programa político y que tienda a crecer y sumar las voluntades de cambio” mas allá del electoralismo, esperando que sea el cauce a través del cual, de una vez por todas, podamos reconstituir todos los afectos necesarios entre quienes luchamos por las mismas causas de dignidad y justicia, causas que, como ellos dicen y nosotros sentimos, son irrenunciables. No hay que tragarse el cuento de que el presente es una maldición de la impotencia. Otra Guatemala es posible; ya lo creo que si.

4 Comentarios:

  • Saludos, Mario. Yo también saludo la conformación del FPSI, y esperaría que los esfuerzos logren superar las diferencias, para efectivamente articular a las fuerzas de izquierda en este país. Una debilidad, de nacimiento, es que el Frente lo promueven personas que antaño ya se han dividido, y que ahora, al amparo de un contexto positivo para las izquierdas, pretenden crear un proyecto aparentemente programático e ideológico, pero que no supera el vicio electorero. La verdadera actitud de apertura y apuesta por un proyecto político alternativo se verá al momento de discutir cuotas, de cara a las próximas elecciones. Otra Guatemala ya no solo es posible, es necesaria! - Luis Ochoa

    Por Anonymous Anónimo, 18 septiembre, 2006  

  • Otra Guatemala no solo es posible, sino necesaria y urgente. Es necesario empezar a construir esa nueva sociedad quitándonos la camisa de fuerza del dogma -que generalmente disfraza otros vicios no tan doctrinarios- y los caudillismos para empezar a pensar en una democratización plena, iniciando en lo político pero no quedándonos únicamente en ello. El Frente tiene la oportunidad de hacerlo y aunque con limitaciones y uno que otro obstaculito, es posible apuntarle al sol y cruzar -por mucho- el río.
    Bueno Mario, ansiosamente esperamos tu próxima nota.
    Saludos fraternales.

    Por Blogger charakotel, 19 septiembre, 2006  

  • Yo estoy pesimista y no porque crea que no es posible otra Guatemala. Lo que pienso es que somos ilusos en pensar que nos van a dejar construir otra Guatemala mejor.

    A los ricos y sus amos no les interesa el asunto y es por eso que no es solo el asunto de ponernos de acuerdo. Es que el cambio necesario no pasara por la via electoral, no. El cambio necesario requiere de mas amor a la patria y la gente ha sufrido tanto que se la piensa dos veces.

    Otra Guatemala es URGENTE, es cierto y cuantos y cuantas estaremos dispuestos y dispuestas a entrarle en serio?

    Marco Tulio Foronda

    Por Anonymous Anónimo, 19 septiembre, 2006  

  • A mi me gustaría saber que tan democratico internamente es este nuevo movimiento.

    Si va a ser como la ANN o la URNG no es nada nuevo.

    Lo que se necesitan son no bien intencionadas viejas generaciones viviendo la frustración del 54 sino nuevos grupos donde sobresalgan no protagonistas sino grandes conglomerados politicos donde hay especialistas en todos los campos y que tanto mujeres como hombres y otras preferencias sexuales tengan participación plena.

    En donde indegenas esten presentes en gran porcentaje, en donde las mujeres tengan el 50% o más. En donde los y las jovenes estén presentes en masa, en donde los grupos de lesbianas, homosexuales y trangenero se sientan con cabida y tengan una voz.

    En donde la lucha por la vida no se reduzca a la defensa de los derechos humanos. Que se vean estos como un complemento de la lucha por la vida en todas sus manifestaciones. Donde los ecosistemas tengan un valor concreto.

    Habrían tantos aspectos que deberían incluirse como reinvindicaciones pero lo que quiero es dejar la idea.

    Adelante con un esfuerzo nuevo de verdadera izquierda y no de conservadurismo izquierdoso.


    Ana Maria Guzmán

    Por Anonymous Anónimo, 26 septiembre, 2006  

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