De urgencia nacional
Por Rosa Tock
El clima político que se vive en el país es preocupante. Por un lado, una campaña política iniciada sin el banderazo de salida oficial, con lo cual se desvirtúa anticipadamente el proceso electoral y se quebrantan cada vez más los escasos marcos legales que todavía se habían librado del escrutinio y la desconfianza de la ciudadanía. A estas alturas de la democracia, se esperaría que las instituciones y sobre todo el sistema político guatemalteco hubiera madurado, sobre todo con la apertura política iniciada después de la firma de la paz en 1996 que abrió espacios para una competencia más diversa, tanto a nivel ideológico como sectorial. Sin embargo, la democracia a la guatemalteca deja entrever varios aspectos estructurales que no han sido del todo encarados a pesar de las múltiples propuestas, mesas de dialogo, y distintas versiones de agendas compartidas que en cada nueva etapa electoral, se repiten sin acciones ni compromisos concretos por parte de los dirigentes políticos nacionales.
Por otro lado, un liderazgo nacional que brilla por su ausencia. Nada más se observa una serie de posicionamientos y sondeos para medir expectativas de favoritismo, pero se carece de articulación alguna de bases partidarias sobre programas y una visión de país concretas. Muchas visiones, sí, pero desarticuladas. Desde la frívola Guateamala, pasando por los grupos promotores de diálogo de la elite económica guatemalteca, hasta las fallidas mesas de diálogo para definir políticas de trascendencia. Sin embargo, las carencias que adolecen los guatemaltecos y guatemaltecas, así como la inseguridad económica, física y mental que derivan del modelo de desarrollo imperante, han creado múltiples frentes de discordia que el actual gobierno, con ínfulas de tecnócrata, no ha podido predecir, analizar, y responder a tiempo para dar respuestas concretas y sostenidas a largo plazo. Sin duda alguna, habrán algunos proyectos y programas que apuntan a la reducción de una serie de problemáticas que van desde la pobreza hasta el hambre. Sin embargo, el último informe sobre los esfuerzos de Guatemala por alcanzar las metas del milenio arroja cifras estremecedoras que apuntan a que la pobreza no se reduce de la noche a la mañana, por muchas Guateamalas juntas.
Ante este panorama, al cual hay que agregar efectos colaterales de otra índole -calentamiento global, escasez de agua, aumento de los precios del petróleo y por consiguiente de la canasta básica, y un largo etcétera- el país sigue con hambre de liderazgos. La perversión del sistema político guatemalteco es tal que, aunado a los cambios de época en donde el mercado parece ser el rector de la vida pública, no se vislumbran candidatas o candidatos en los susodichos partidos político que posean el principal atributo digno de un/a político/a con mayúscula. No hay uno solo que llame a la unidad nacional y se presente como un negociador capaz que entienda la envergadura de los problemas y asuma compromisos de cambio. No hay uno solo que presente un equipo consolidado que sepa manejar y negociar las diferencias locales, regionales e internacionales; los contrastes urbanos y rurales, las distintas identidades sociales y geográficas, las desigualdades e injusticias.
Pareciera, sin embargo, que hay un liderazgo joven emergente que pudiera llegar a crear la diferencia, pero me temo que muchos no creen en la democracia como tal. Obviamente hay personas muy capaces en todos los sectores de la vida nacional, pero es evidente que subsiste la creencia de las elites del país –sean éstas de derecha o izquierda- de que un sistema de poder vertical y exclusivo, es la mejor manera de gobernar a un pueblo inculto y que nunca parece estar preparado para el cambio. Es la visión mesiánica de muchos lideres de la vieja guardia, y lamentablemente de la nueva generación que debido al inoperante y fallido sistema de partidos políticos que vive del financiamiento privado no controlado ni sujeto a regulaciones, dicta sus condiciones, dejando poco margen para la democracia y la participación dentro de los mismos partidos políticos.
Como se ha indicado hasta la saciedad, se necesita un refundamento de las instituciones, un re-pensamiento de la agenda política y económica y social que garantice la paz social, un esfuerzo descomunal que permita la articulación de tantos esfuerzos que ya existen pero siguen dispersos. Es un llamado de emergencia nacional, pero nadie parece verlo así, todos preocupados por sobrevivir, no ser asaltados, regresar con vida a casa, o seguirla pasando.
O quizás nos hemos resignado ya a no gobernar ni tratar de ejercer el poder, sino a seguir los dictados de sectores económicos pudientes, de las agendas internacionales o de los poderes paralelos. Tal parece que somos los mismos espectadores impávidos y pasivos, con la misma trama patética de política nacional, con algunos viejos actores reciclados, y nuevas marionetas más exóticas y crujientes. De seguir así, el desenlace de este show dentro de cinco años no será sorprendente.
www.albedrio.org
Por otro lado, un liderazgo nacional que brilla por su ausencia. Nada más se observa una serie de posicionamientos y sondeos para medir expectativas de favoritismo, pero se carece de articulación alguna de bases partidarias sobre programas y una visión de país concretas. Muchas visiones, sí, pero desarticuladas. Desde la frívola Guateamala, pasando por los grupos promotores de diálogo de la elite económica guatemalteca, hasta las fallidas mesas de diálogo para definir políticas de trascendencia. Sin embargo, las carencias que adolecen los guatemaltecos y guatemaltecas, así como la inseguridad económica, física y mental que derivan del modelo de desarrollo imperante, han creado múltiples frentes de discordia que el actual gobierno, con ínfulas de tecnócrata, no ha podido predecir, analizar, y responder a tiempo para dar respuestas concretas y sostenidas a largo plazo. Sin duda alguna, habrán algunos proyectos y programas que apuntan a la reducción de una serie de problemáticas que van desde la pobreza hasta el hambre. Sin embargo, el último informe sobre los esfuerzos de Guatemala por alcanzar las metas del milenio arroja cifras estremecedoras que apuntan a que la pobreza no se reduce de la noche a la mañana, por muchas Guateamalas juntas.
Ante este panorama, al cual hay que agregar efectos colaterales de otra índole -calentamiento global, escasez de agua, aumento de los precios del petróleo y por consiguiente de la canasta básica, y un largo etcétera- el país sigue con hambre de liderazgos. La perversión del sistema político guatemalteco es tal que, aunado a los cambios de época en donde el mercado parece ser el rector de la vida pública, no se vislumbran candidatas o candidatos en los susodichos partidos político que posean el principal atributo digno de un/a político/a con mayúscula. No hay uno solo que llame a la unidad nacional y se presente como un negociador capaz que entienda la envergadura de los problemas y asuma compromisos de cambio. No hay uno solo que presente un equipo consolidado que sepa manejar y negociar las diferencias locales, regionales e internacionales; los contrastes urbanos y rurales, las distintas identidades sociales y geográficas, las desigualdades e injusticias.
Pareciera, sin embargo, que hay un liderazgo joven emergente que pudiera llegar a crear la diferencia, pero me temo que muchos no creen en la democracia como tal. Obviamente hay personas muy capaces en todos los sectores de la vida nacional, pero es evidente que subsiste la creencia de las elites del país –sean éstas de derecha o izquierda- de que un sistema de poder vertical y exclusivo, es la mejor manera de gobernar a un pueblo inculto y que nunca parece estar preparado para el cambio. Es la visión mesiánica de muchos lideres de la vieja guardia, y lamentablemente de la nueva generación que debido al inoperante y fallido sistema de partidos políticos que vive del financiamiento privado no controlado ni sujeto a regulaciones, dicta sus condiciones, dejando poco margen para la democracia y la participación dentro de los mismos partidos políticos.
Como se ha indicado hasta la saciedad, se necesita un refundamento de las instituciones, un re-pensamiento de la agenda política y económica y social que garantice la paz social, un esfuerzo descomunal que permita la articulación de tantos esfuerzos que ya existen pero siguen dispersos. Es un llamado de emergencia nacional, pero nadie parece verlo así, todos preocupados por sobrevivir, no ser asaltados, regresar con vida a casa, o seguirla pasando.
O quizás nos hemos resignado ya a no gobernar ni tratar de ejercer el poder, sino a seguir los dictados de sectores económicos pudientes, de las agendas internacionales o de los poderes paralelos. Tal parece que somos los mismos espectadores impávidos y pasivos, con la misma trama patética de política nacional, con algunos viejos actores reciclados, y nuevas marionetas más exóticas y crujientes. De seguir así, el desenlace de este show dentro de cinco años no será sorprendente.
www.albedrio.org
3 Comentarios:
Lo que convendría es entonces lo que muchos no quieren decir por que argumentan que vivimos "otros tiempos" o por miedo: Continuar haciendo LA REVOLUCION!
Por Anónimo, 08 septiembre, 2006
Totalmente de acuerdo, Margarita Díaz.
Por Anónimo, 11 septiembre, 2006
Entonces manos a la obra!
El surgimiento del Frente Político y Social de Izquierda es una plataforma revolucionaria. Debemos engrosarla y promoverla. Tenemos que llevarla adelante pero vigilandola para quienes terminen dirigendola no vaya a parar como la gente de la ANN u otros grupos con pretenciones de poder.
La revolución debe continuar!
Marcelo Carranza
Por Anónimo, 13 septiembre, 2006
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