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lunes, febrero 05, 2007

Kapuscinsky, el maestro

Por Ana Maria Rodas
Menos mal que el hombre está muerto. De lo contrario le daría un empacho terrible el constatar que la inmensa mayoría de periodistas que han comentado su muerte se estandarizaron al hablar de él. Y no me refiero a llamarlo el mejor periodista del siglo XX, que es un cumplido, pero también un dejar fuera al resto de hombres y mujeres que a lo largo del siglo pasado se distinguieron en esa profesión, y que a él no le habría gustado.

Hablo de los lugares comunes que recorrieron los obituarios en muchos países: estuvo en tantas guerras, lo condenaron a muerte tantas veces. Ofrecer los datos no estaba mal. Lo indecente fue hacerlo con clichés para referirse a alguien que se pasó toda su vida haciendo lo contrario: un periodismo extraordinario, fresco, ético y sorprendente en una época en que la profesión parece hundirse entre lo inútil, lo banal, lo sangriento. El sensacionalismo.

Los medios hoy dedican grandes espacios a los vicios y amores de los artistas pop, a las cirugías plásticas para revivir a los casi muertos; muchas columnas de opinión suelen ser vertederos de hígados enfermos. Un marciano que viniera a Guatemala y tratara de conocerla por los medios afirmaría que en el país solo hay políticos corruptos, asesinatos y futbolistas.

Por eso, descubrir el primer libro escrito por Kapuscinsky constituyó para mí una ráfaga de aire fresco. Me ahogaba entre el dominio del periodismo light, sin cerebro ni pasión. Los principios de mi padre y sus contemporáneos naufragaban en un mar de estiércol. De allí me rescató el encuentro con Ryszard Kapuscinsky.

Lo conocí muy tarde. Comenzó su carrera de corresponsal a finales de los cincuenta, y desde entonces hasta hace un par de semanas, cuando murió, dedicó su vida a hacer un ejercicio de honestidad intelectual, de sana suspicacia ante las verdades oficiales, de valores morales universales. En muchas oportunidades dejó claro que la práctica del periodismo no puede ser una empresa mercantil como cualquiera.

A su juicio, la información exige la observancia de unas reglas transparentes y estrictas. Sus ideas sobre la ética profesional han quedado escritas en el libro Los cínicos no sirven para este oficio, lectura obligada para todos los periodistas y para las personas que de una u otra manera utilizan la comunicación.

Además de su muy recta manera de enfrentar la profesión, Kapuscinsky mostró siempre una disposición innata para apreciar las características del Otro: “Mi experiencia de convivir con otros, muy remotos, durante largos años me ha enseñado que la buena disposición hacia otro ser humano es esa única base que puede hacer vibrar en él la cuerda de la humanidad”, afirmó al serle conferido uno de sus múltiples doctorados honoris causa.

Las sólidas normas profesionales no le fueron suficientes, y Kapuscinsky escribió periodismo incorporándole un lenguaje literario que ambicionan todos los buenos profesionales y que no siempre logran concretar. Por lo tanto, la lectura de sus libros no solo cuenta sino encanta. Las personas y los sucesos van tomando forma ante nuestra mente. Es poesía de la mejor clase, creada para desvelarnos la realidad.

Sus libros nos enseñan qué poco sabemos de los hechos, las personas y los lugares que ocupan cortos y fugaces espacios en los medios. Ejercía su profesión como antes se la definía: la búsqueda de la verdad. En estos días nos dicen los manuales que la verdad es relativa. Por eso nos conformamos y escribimos lo que percibe nuestro sesgo personal.

Samuel Johnson, el destacado filósofo inglés del siglo XVIII dijo que para enseñar a todos los hombres a decir la verdad, era preciso que aprendieran a oírla. Ryszard Kapuscinsky cumplió a cabalidad con su responsabilidad de decirla y así queda arraigado en el periodismo universal.

En Guatemala tendríamos que abandonar la cómoda poltrona del relativismo, la agenda editorial o propaganda y comenzar de nuevo partiendo de las raíces, como ese polaco empeñado en dar a la profesión su luz perdida.

Fuente: www.elperiodico.com.gt

3 Comentarios:

  • Es que mi estimada columnista, en Guatemala o hay periodistas sobreviviendo el día o mercenarios de la pluma.

    Por Anonymous Anónimo, 08 febrero, 2007  

  • Usted Ana María es una muy buena periodista, siga adelante.

    Saludos desde Maracaibo, Venezuela

    Por Anonymous Anónimo, 16 febrero, 2007  

  • Augusto Monterroso comentó hace ya un buen tiempo en uno de sus libros sobre qué ocurre luego de la muerte de un "famoso". Para quienes no lo recuerdan les recomiendo visitar sus escritos y reir durante un rato.

    Es cierto, no hay nada como esperar que alguien se muera para escuchar los comentarios de otros "famosos" que compiten unos contra otros tratando de dar la declaración más fuerte, dura y sensible del recién fallecido. Al final, todos dicen lo mismo... el arte se encuentra en encontrar la mejor armonía en las palabras y sacar unas cuantas lágrimas de más a sus apesarados admiradores.

    :o)

    Por Anonymous Anónimo, 04 abril, 2007  

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