El alegre criterio de los imbéciles
Por Mario Roberto Morales - Querétaro, 25 de julio de 2005
Es una verdadera desgracia escribir, pintar o filmar en un país que carece de una institucionalidad crítica que sea capaz de establecer lo que sirve y lo que no en materia artística y cultural. El estamento crítico es necesario para ordenar la producción artística y literaria en el tiempo, y también para ubicar las obras en compartimientos didácticos según sus contenidos, formas y relaciones con el contexto que las hace cobrar vida.
En mi diminuto país no existe un estamento crítico lo suficientemente capacitado y responsable como para realizar esta imprescindible tarea de recapitulación e interpretación de nuestra producción y sentido culturales. Y es de esta cuenta que los mismos artistas y escritores (o sus amigos) se lanzan a ejercer la interpretación crítica de las obras propias y ajenas, con resultados casi siempre abominables, pues, mediante sus bondadosas opiniones apreciativas, producen aún más confusión en un público desorientado que busca con desesperación criterios que le permitan discernir el valor de las obras de arte que lo retratan, más allá del simple criterio del gusto.
Además de los artistas y escritores metidos a críticos, existe otra casta de fallidos analistas literarios y artísticos constituida por la legión de egresados de programas de literatura en universidades locales y extranjeras, quienes, por lo general, han sido inoculados con los diversos virus posmodernos que llevan a juzgar la literatura por el sexo o la etnia de quien la escribe, y no por el manejo de los elementos específicos que la hacen ser lo que es y que la diferencian de otras formas escriturales y artísticas. Esto da lugar a la formación de sectas amiguistas que promueven sistemáticamente a sus miembros, tratando de extender sus tentáculos hasta los apetecibles cuellos de quienes se encargan de publicar suplementos culturales, administrar recintos para la difusión artística y financiar medios capaces de promocionar libros o exposiciones con el mismo criterio y técnica publicitaria con el que se promueve la comida rápida, las bebidas espirituosas o los libros de autoayuda para pensadores de aeropuerto y otras salas de espera.
No niego que de estas sectas de compinches pueda salir alguna obra digna de respeto. Pero lo que está a la vista es que lo que suele salir de ellas se encuentra bastante alejado de la creatividad literaria y artística, y no se diga de la crítica, entendida esta como el ejercicio responsable del criterio para relacionar la obra de arte con su contexto y con las condiciones de su recepción por parte de los lectores y espectadores. Por el contrario, lo que suele abundar son los juicios propagandísticos y las loas gratuitas a la persona, así como su pedestre promoción comercial, muy al estilo en el que se promueven los entertainers del espectáculo ligero y las mercancías de las corporaciones que los patrocinan.
Es así como funciona el estímulo de lo que se ofrece como literatura "étnica", "femenina", "homosexual", "joven", "hip-hop" y demás: como un catálogo de productos inconexos que descansan en estanterías y góndolas de supermercado, esperando a que el consumidor "culto" ejerza su "libertad de opción" y compre el que más le guste. Y es por ello que el público deglute, sin establecer diferencias, un libro de Dostoiewski y uno de Paulo Coello, uno de Mallarmé y otro del "poeta y coronel de ingenieros Don Severo de Armas Tomar"; uno de Asturias y otro del "escritor, médico y licenciado Don Rubicundo Pérez Serás, con prólogo de su distinguida esposa, la culta señora Doña Cuqui García-Conde de Pérez Serás", o aun otro del jovencísimo Orland Rosas-Menchú, dulce promesa de las letras nacionales en su versión afro-maya-caribeña.
Será un gusto informarles del momento en que se empiece a conformar en mi absurdo país un estamento crítico que ordene, clasifique y establezca jerarquías en nuestra producción literaria y artística. Mientras tanto, despistado lector, no crea nada de lo que los solemnes diletantes al uso le digan acerca de nuestras "luminarias" locales, y opte por mantenerse calmadamente en la incertidumbre, ya que ésta es mil veces preferible a compartir en forma penosamente adocenada el alegre criterio de los imbéciles, los cuales se caracterizan no sólo por su torrencial incontinencia verbal sino sobre todo por no dudar jamás de sus estúpidas cuanto mentirosas certezas.
Fuente: www.lainsignia.org - 230705
Es una verdadera desgracia escribir, pintar o filmar en un país que carece de una institucionalidad crítica que sea capaz de establecer lo que sirve y lo que no en materia artística y cultural. El estamento crítico es necesario para ordenar la producción artística y literaria en el tiempo, y también para ubicar las obras en compartimientos didácticos según sus contenidos, formas y relaciones con el contexto que las hace cobrar vida.
En mi diminuto país no existe un estamento crítico lo suficientemente capacitado y responsable como para realizar esta imprescindible tarea de recapitulación e interpretación de nuestra producción y sentido culturales. Y es de esta cuenta que los mismos artistas y escritores (o sus amigos) se lanzan a ejercer la interpretación crítica de las obras propias y ajenas, con resultados casi siempre abominables, pues, mediante sus bondadosas opiniones apreciativas, producen aún más confusión en un público desorientado que busca con desesperación criterios que le permitan discernir el valor de las obras de arte que lo retratan, más allá del simple criterio del gusto.
Además de los artistas y escritores metidos a críticos, existe otra casta de fallidos analistas literarios y artísticos constituida por la legión de egresados de programas de literatura en universidades locales y extranjeras, quienes, por lo general, han sido inoculados con los diversos virus posmodernos que llevan a juzgar la literatura por el sexo o la etnia de quien la escribe, y no por el manejo de los elementos específicos que la hacen ser lo que es y que la diferencian de otras formas escriturales y artísticas. Esto da lugar a la formación de sectas amiguistas que promueven sistemáticamente a sus miembros, tratando de extender sus tentáculos hasta los apetecibles cuellos de quienes se encargan de publicar suplementos culturales, administrar recintos para la difusión artística y financiar medios capaces de promocionar libros o exposiciones con el mismo criterio y técnica publicitaria con el que se promueve la comida rápida, las bebidas espirituosas o los libros de autoayuda para pensadores de aeropuerto y otras salas de espera.
No niego que de estas sectas de compinches pueda salir alguna obra digna de respeto. Pero lo que está a la vista es que lo que suele salir de ellas se encuentra bastante alejado de la creatividad literaria y artística, y no se diga de la crítica, entendida esta como el ejercicio responsable del criterio para relacionar la obra de arte con su contexto y con las condiciones de su recepción por parte de los lectores y espectadores. Por el contrario, lo que suele abundar son los juicios propagandísticos y las loas gratuitas a la persona, así como su pedestre promoción comercial, muy al estilo en el que se promueven los entertainers del espectáculo ligero y las mercancías de las corporaciones que los patrocinan.
Es así como funciona el estímulo de lo que se ofrece como literatura "étnica", "femenina", "homosexual", "joven", "hip-hop" y demás: como un catálogo de productos inconexos que descansan en estanterías y góndolas de supermercado, esperando a que el consumidor "culto" ejerza su "libertad de opción" y compre el que más le guste. Y es por ello que el público deglute, sin establecer diferencias, un libro de Dostoiewski y uno de Paulo Coello, uno de Mallarmé y otro del "poeta y coronel de ingenieros Don Severo de Armas Tomar"; uno de Asturias y otro del "escritor, médico y licenciado Don Rubicundo Pérez Serás, con prólogo de su distinguida esposa, la culta señora Doña Cuqui García-Conde de Pérez Serás", o aun otro del jovencísimo Orland Rosas-Menchú, dulce promesa de las letras nacionales en su versión afro-maya-caribeña.
Será un gusto informarles del momento en que se empiece a conformar en mi absurdo país un estamento crítico que ordene, clasifique y establezca jerarquías en nuestra producción literaria y artística. Mientras tanto, despistado lector, no crea nada de lo que los solemnes diletantes al uso le digan acerca de nuestras "luminarias" locales, y opte por mantenerse calmadamente en la incertidumbre, ya que ésta es mil veces preferible a compartir en forma penosamente adocenada el alegre criterio de los imbéciles, los cuales se caracterizan no sólo por su torrencial incontinencia verbal sino sobre todo por no dudar jamás de sus estúpidas cuanto mentirosas certezas.
Fuente: www.lainsignia.org - 230705
7 Comentarios:
Yo no se si Morales cuando escribe de una "institucionalidad crítica" se refiere a referentes que su ocupación sea única y exclusivamente eso, el criticar.
Entes o personas que dediquen su vida a observar, profundizar en los conocimientos de las artes y la humanidades y lisonjar o harponear en distintos grados de intensidad una obra de acuerdo al merecimiento que ésta para el/ellas/ellos tenga.
Es muy radical decir que no existe. En Guatemala en ese oxigeno de exlcusión que respiramos se dá que las élites tienen sus referentes y críticos y "los nadies" también los tienen o tenemos.
Es para un crítico de arte de nosotros los nadies imposible volverse una instituciónalidad y hacer pedazos o florear a un Abularach o a un Efraín Recinos.
No nos notamos y es a golpe de golpes que los artistas nadies logran de vez en cuando ser motivo de crítica de un habitante ocupado en crítica de la torre de marfil.
Además entre unos críticos y artistas se ignoran tanto unos a los del otro lado como los que están aquí hacia los que están allá.
Que existe ese espacio para propiciar alegría de criterio a los imbeciles ni hablar. Eso es así en la realidad chapina pero en cual otra no?
Talvez y no entendí a Mario Roberto Morales y ando bateando. Si lo hubiese entendido entonces digo para cerrar que volvemos al asunto de la lucha de clases en uno de sus tantos aspectos y nada más.
M. Barrios
Por Anónimo, 25 julio, 2005
Usté Maestro está siendo demasiado duro y crítico con la situación de los críticos. No le parece que dentro del lodazal hay un par de anfibios que puden ser bien lechosos y que cuando su opinión se levanta por los inspirados no suenan a sapo?
No todos los que opinan se la llevan de artistas man.
Que la vida me lo tenga en gozo y siga deleitandonos. Me gusta su pluma.
Abrazote,
Valdez
Por Anónimo, 26 julio, 2005
Me place mucho que alguién se esfuerce en criticar las miserias de la cultura nacional, que de un tiempo acá, no ha sido sino un vertiginoso proceso de nacionalización de la miseria.
El "escritariado" nacional no hace mas que adularse mutuamente, adocenarse ante las entidades que los publican, -ellas pagan los sueldos y ponen los límites- y pasarse de inofensivos haciéndo polémica refrita entre la mojigatería oligárquica.
Toda crítica es vista por ellos, como "excesiva" o simplemente "mal intencionada". Nadie quiere asumir la crítica cuando ésta desnuda el poserismo de poca monta del ámbito cultural. Todos desean que se haga una salvedad según su caso. "Pobres artístas incomprendidos".
Intelectuales "libertarios", poetas "beat", noveleros de la subalternidad posmo, rockeros de dudosa-contracultura, jóvenes "anti-imperialistas" proclives al "gringuismo" conyugal/cultural -supuesta formula internacionalista- (Ojo: ya mero se cuadran cuando se les impone "manzana"), viejos adulones con nexos en regulares editoriales, "performers" payasos, y "performances" ridículos, porno-fotógrafos de basureros con exposiciones en cuadro grados norte, bufones de feudo. Hienas que ríen con la risa del patrocinador. Bah!
Por todo esto, me parece más que preciso lo expuesto por Morales. La crítica no debe pagar peaje a los aduaneros de ésta gran farsa. A cada cual lo suyo, bien ganado su pushito.
P.D. Me gustó lo de "Orland Rosas": quintaesencia de la familia de las hienas.
Mario Palomo
Por Anónimo, 27 julio, 2005
Mucho cierto pero también mucha injusticia contra el arte y el arte no necesariamente se vé públicamente. Talvez ni es conocido y entonces como puede ser criticado. El último comentario se descarga mas contra el arte o contra ciertos sectores del arte y machetéa sin ver a quien.
No es justo!
Maria Coy
Por Anónimo, 29 julio, 2005
Es chistoso cómo la gente se ofende. Pero de críticas de arte que se quedan en el halago estamos cansados, no tienen corazón, no hacen daño, no ponen a pensar. Todo mundo pide "crítica constructiva" pero lo que en realidad pide es culebreo. Yo creo que se debería empezar a pedir que haya más crítica destructiva, porque tirada con buena puntería, a veces es más entretenida que la obra criticada.
Por José Joaquín, 29 julio, 2005
la apreciacion de una academia occidental hacia las lenguas mayas no siempre esta balanceada por las intenciones de caracter humano.jeje
todos adoptan banderas donde se atrincheran contra un enemigo invizible... sera la paranoia maestro?
por cierto hecece un vistaso a mi pagina y hagale una critica ...he!
Por Anónimo, 01 agosto, 2005
Pueda que sea mal pensado, pero a mí me parece que los ataques furibundos de MRM contra los imbéciles que son incapaces de distinguir el buen arte del malo suenan más a un conflicto personal del autor de la nota con uno o algunos de los susodichos imbéciles, que una crítica a los pseudocríticos.
Para empezar, resulta contradictorio el que el maestro se tome tan a pecho la insignificancia de los infelices aprendices, cuando él mejor que nadie sabe de las limitaciones de éstos. También se tiene que la mediocridad en Guatemala no es exclusividad de los artistas: los políticos, médicos, ingenieros, y otros profesionales en nuestro paisito de mierda no desentonan con su perpetua mediocridad. De ahí que MRM no puede hacer alarde de haber descubierto el agua azucarada. Más peca él al pedirle peras al olmo.
Pero la nota de MRM también le habrá de dejar un sabor amargo en la boca al estamento de idiotas que premiaron su libro "Los Demonios Salvajes"....
Por Anónimo, 01 agosto, 2005
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