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lunes, noviembre 27, 2006

Ernesto Capuano cumplió 92 años

Por Carlos Figueroa Ibarra
El domingo 19 de noviembre de 2006 un pequeño grupo de amigos de Ernesto Capuano del Vechio nos reunimos con él, en su vetusto y hermoso departamento de las calles de Bucarelli en la ciudad de México. La ocasión no era para menos. Neto Capuano cumpliría 92 años al día siguiente. Así pues, Raúl Díaz, su compañera Rosa Nieves Nogueda, Gilberto Castañeda, el editor Carlos López Barrios, Ottoniel García, Carlos Cáceres Ruiz, Mario René Matute y Carlos Figueroa Ibarra nos dimos cita en aquel lugar y después de tomar un tequila, nos fuimos al restaurante chino que queda enfrente del edificio en donde Neto ha vivido al menos durante más de medio siglo. Ernesto Capuano del Vechio nos contó que goza de buena salud, a excepción de su vista que nunca ha sido buena, pese a lo cual estudió aeronáutica y fue aviador. Ahora sufre las consecuencias de una caída que le ha restado movilidad. Pero anda con sus propios pasos, y sobre todo sigue pensando en una Guatemala mejor y persiste en la convicción de que otro mundo es posible.

Contra la dictadura de Ubico.
Ernesto Capuano del Vechio nació el 20 de noviembre de 1914 en la ciudad de Quetzaltenango, en el seno de una familia acomodada dedicada a la industria textil. Cursó sus estudios primarios en aquella ciudad, en donde fue compañero de escuela del después coronel Jacobo Arbenz Guzmán, aun cuando éste último tenía dos años más que él. Siendo apenas un adolescente, a pesar de venir de una familia pudiente, empezó a vincularse con las ideas socialistas y tuvo relación con Jacobo Sánchez y Humberto Molina, intelectuales de ideas marxistas. También se relacionó con los organizadores del primer partido comunista que funcionó en el país, el Partido Comunista de Centroamérica, sección Guatemala, después Partido Comunista de Guatemala. En el seno de aquello organización, Neto fue cercano a las filas de una incipiente juventud comunista. Como es sabido, aquella organización tuvo una vida de aproximadamente 10 años, los cuales concluyeron cuando el dictador Jorge Ubico organizó las redadas y fusilamientos de 1932. Producto de estos hechos, fueron fusilados Juan Pablo Wainright y posteriormente Bernardo Gaytán, así como encarcelados durante más de 12 años Antonio Obando Sánchez, Juan Luis Chihuichón, Luis Villagrán y otros más. Para aquel entonces Ernesto Capuano se encontraba terminando su educación secundaria y de bachillerato y poco tiempo después ingresaría a la Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos.

En 1938, Ernesto Capuano viajó a México para participar en el Congreso Mundial Antifascista que se celebraría en dicho país. Ya no pudo regresar a Guatemala, pues el presidente Ubico aprovechó la oportunidad para negarle el permiso de regreso a la patria. Desde aquel momento, Neto estableció una relación amistosa que duraría toda la vida con el dirigente sindical y socialista, Vicente Lombardo Toledano. También desde entonces Neto fue simpatizante del partido fundado por Lombardo, el Partido Popular, después llamado Partido Popular Socialista. La dirección del ahora extinto PPS, empezando por Jorge Cruikshank, siempre le tuvo gran estimación y respeto a su valía intelectual y moral. Le tocó vivir la expropiación petrolera decretada por el presidente Lázaro Cárdenas del Río y luego vivió la reforma agraria, uno de los pilares de la revolución mexicana. Reinició sus estudios de derecho en la UNAM y se ganó la vida con el litigio, desempeñando varios trabajos, entre ellos, el de ser abogado de las cabareteras de la ciudad de México.

En la patria nuevamente.
Cuando el dictador Ubico fue derrocado en 1944, al igual que otros exiliados como Luis Cardoza y Aragón, Alfonso Solórzano, Miguel García Granados y Clemente Marroquín Rojas, Ernesto Capuano regresó a Guatemala y se integró en una efímera organización socialista, Vanguardia Nacional. A fines de los años cuarenta, regresó a México para poder obtener en la UNAM su título de abogado. En esa oportunidad conoció a la que después sería su esposa, Carmen García Zepeda, conocida por todos los amigos de la pareja como Carmelita. Esto sucedió en la casa de quien había sido gobernador de Coahuila, uno de los fundadores del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y también uno de sus más conspicuos dirigentes, Manuel Pérez Treviño. No era afecto Ernesto Capuano a este personaje de la vida política mexicana, pues Pérez Treviño había sido seguidor de Plutarco Elías Calles, el gran rival del presidente Cárdenas. Como millones de mexicanos, Neto siempre ha sido entusiasta adherente de ese gran presidente. Carmelita, aficionada a los toros, a la opera y al teatro, había sido reina de belleza de su natal estado de Coahuila y procedía también de una acomodada familia de transportistas. La pareja se casó en 1951 y se fue a vivir a Guatemala. De regreso en la patria, Ernesto Capuano fue militante del Partido de Acción Revolucionaria (PAR) y después del Partido de la Revolución Guatemalteca (PRG); trabajó en el Departamento Agrario Nacional y colaboró en las ideas que después se plasmaron en el decreto 900 de la reforma agraria. Al momento de ser derrocado Arbenz, trabajaba en el Banco Agrario.

Exiliado defensor de exiliados.
En 1954, Ernesto Capuano del Vechio y su esposa regresaron a México. Comenzaría otra etapa en la vida del abogado y revolucionario. Se convirtió en gestor solidario ante la Secretaría de Gobernación, de los asuntos de todos los exiliados guatemaltecos, y posteriormente de los de todos los asilados o emigrados de toda América Latina. Se calculan en varios miles, los casos que Neto resolvió ante dicha Secretaría y por los cuales nunca cobró un solo centavo. Carmelita también fue solidaria en gestiones hechas a favor de los asilados y sobre todo, porque su solvencia económica empezando por su lugar de residencia, le sirvió a Neto para desarrollar su inmensamente meritoria labor altruista. Desde muy pronto, la alta política mexicana ubicada en la Secretaría de Gobernación, aquilató la generosidad de Ernesto Capuano. El presidente Ruiz Cortines ordenó a la Secretaría de Gobernación que se le diera toda la ayuda posible en sus gestiones a favor de los desterrados. Y de igual manera actuarían los sucesivos Secretarios de Gobernación, entre ellos Fernando Gutiérrez Barrios, el mítico político y policía mexicano. El mismo que encarcelaría a Fidel Castro y a Ernesto Che Guevara y demás integrantes del Movimiento 26 de Julio. El mismo que después les crearía un corredor que les sirvió para embarcarse en Tuxpan en el Granma e iniciar la lucha guerrillera contra Batista. El mismo fascinante personaje que se movió en los bajos fondos de la política mexicana y que mantuvo hasta el día de su muerte, amistad con Fidel y la revolución cubana.

Para aquel momento, el segundo lustro de los años cincuenta, Ernesto Capuano del Vechio había finalmente ingresado al Partido Guatemalteco del Trabajo, siendo su tarea principal en dicha organización política, la ayuda solidaria realizada a favor de los exiliados guatemaltecos y de cualquier exiliado de cualquier otro país. Su convicción ideológica se integró con su enorme condición humana.

En 2001, el gobierno de Alfonso Portillo, a través de su embajada en México le consultó sobre la posibilidad de aceptar la Orden del Quetzal. Ernesto Capuano agradeciendo el gesto, lo rechazó por cuestión de principios. Como también había rechazado la posibilidad de que como un pago a su enorme labor gratuita, se gestionara que el Gobierno de Guatemala le concediera una pensión. En ambos casos expresó que pensando como pensaba, mal podría aceptar la ayuda de un gobierno neoliberal. Así las cosas, Ernesto Capuano del Vechio vive con una gran modestia y una gran dignidad.

La serenidad del crepúculo.
Ese lluvioso y frío domingo 19 de noviembre, después de la comida en el restaurante chino, hemos regresado al departamento vetusto y hermoso de Ernesto Capuano del Vechio. En ese lugar pareciera que el tiempo se hubiera detenido. Fotos, muebles, adornos, todo evoca varias décadas atrás. Nos sentamos en la sala en donde una fotografía de Carmelita captada en el esplendor de la belleza y la juventud, nos mira a todos. Carmen García Zepeda murió en 1996 y ahora Neto es cuidado por la señora Irma, la misma persona que atendió a Carmelita en sus últimos tiempos. Un piano que hace mucho tiempo ha dejado de usarse, forma parte del mobiliario de la sala. Encima del mismo hay dos fotos de Neto y Carmelita en la medianía de sus vidas. Cada uno de nosotros hace uso de la palabra y le expresa a Neto su cariño, admiración y reconocimiento por su bondad, por su generosidad sin limite. Sentado en un sillón, en medio de una tenue luz, Neto acepta con humildad y gratitud nuestras palabras. No puedo dejar de observar un atisbo de sorpresa en su mirada. Ernesto Capuano del Vechio es lo más cercano a un santo que yo he conocido en mi vida.

Neto caminó en su vida haciendo todo lo que pudo por los demás, sin esperar nunca nada. Acaso por ello no hay amargura alguna en su corazón. A iniciativa del economista Eduardo Velásquez, en el Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, celebrado en la Antigua en noviembre de 2001, se le rindió un homenaje. Pensamos que acaso la Universidad de San Carlos de Guatemala podría darle alguna ayuda, lo cual no fue posible. Según nos informaron, la USAC no encontró ningún fundamento legal para ayudarlo, porque Neto nunca fue empleado de dicha casa de estudios.

En el crepúsculo de sus días, a los 92 años de edad, Neto escucha en la radio las noticias. Sigue atento a lo que pasa en el mundo y sigue soñando con la unidad de los sectores progresistas de Guatemala, en torno a un programa que defienda la soberanía nacional y el bienestar de las mayorías. Las decenas de personas que antes lo buscaban ya no existen o ya se regresaron a sus países. En todo caso son menos los que lo frecuentan, porque los años le impiden ya ejercer el apostolado que durante medio siglo ejerció.

Pero la bondad y las convicciones de Ernesto Capuano del Vechio estarán con él hasta el último de sus días. Y la gratitud de miles de personas prevalecerá mientras desde los más diversos lugares del continente haya alguien que lo recuerde.

lunes, noviembre 13, 2006

Nicaragua: Pierde la derecha... pero no gana la izquierda

Por Víctor Gálvez Borrel
Las noticias previas sobre las elecciones en Nicaragua lograron desplazar, momentáneamente, aquellas sobre la quiebra del Bancafé, los accidentes de buses y su cauda de cadáveres y hasta la crisis de la Gana. Este repentino interés deriva del renacimiento de viejos fantasmas de la “Guerra Fría”: el sandinismo y su representante más conspicuo: Daniel Ortega.

Y es que en este nuevo contexto, la derecha centroamericanaza percibe un ingrediente distinto a lo que, en la década de 1980 (durante los años de la guerra generalizada en la región) se llamó el eje: Moscú-La Habana-Managua y ahora correspondería al nuevo eje: Caracas-La Habana-Managua. La “bestia negra” sería el presidente Chávez, quien ha sustituido la amenaza del “viejo comunismo” y que en vez de armas, ofrece petróleo.

Lo cierto es que la ciudadanía nicaragüense, después de 16 años de gobiernos liberales, privatizaciones y promesas no cumplidas de desarrollo a través del libre mercado y la reducción del Estado, aparece frustrada y engañada por los políticos de derecha y ha vuelto sus ojos al sandinismo “oficial” de Ortega. En estos años, migraron más de 300 mil nicaragüenses, la pobreza llegó al 80% de la población y Managua se convirtió en una gigantesca área marginal que ya no da cabida a tantos vendedores ambulantes, niños de la calle e indigentes.

Pero la paradoja de la sociedad nicaragüense —como la de otras sociedades centroamericanas— es que frente a esa amargura y a ese rechazo, no existen opciones ni alternativas viables. Ese es el drama. Y esa paradoja se demuestra con el resultado de estas elecciones: pierde la derecha pero no gana la izquierda. En efecto, la actitud y el discurso de Ortega y del sandinismo oficial, podrían fácilmente interpretarse bajo la lógica del pragmatismo: pragmatismo electorero pero pragmatismo al fin.

Pero no es ese el caso. No se trata tan sólo de una aparente mutación de piel (tan común en los líderes políticos centroamericanos que emulan a los ofidios cuando conviene captar votos). Rascando más profundo, estaríamos frente a un cambio de fondo, a un verdadero viraje de la dirigencia sandinista oficial, hacia posiciones que no se diferencian en nada, de las del partido liberal del ex presidente Alemán. Ser de izquierda supone una cuestión ética, como lo señaló Sergio Ramírez al referirse al artículo de Francois Hutart.

Los hitos más significativos de este viraje empezaron con el escándalo de la “piñata” sandinista: la descarada corrupción y el saqueo de los bienes públicos durante los años del gobierno de Ortega. Siguieron con el pacto entre sandinistas y liberales para fortalecer la administración de Alemán, lograr su impunidad durante la administración de Bolaños, copar los órganos del Estado y, al reformar la Constitución, permitir que un candidato pueda ganar en la primera vuelta apenas con el 35% de los votos (Ortega consiguió un poco más).

Continuó con el apoyo de los diputados del FSLN que votaron a favor del TLC; con la expulsión de la disidencia del partido de Sandino, que pugnaba por un juego democrático para seleccionar candidatos (caso Lewites) y con el acercamiento oportunista a monseñor Obando y Bravo. En estas condiciones, quienes rechazaron en las urnas a los liberales para votar por Ortega, no tardarán en convencerse que tampoco votaron por la izquierda y una vez más, se equivocaron.

Fuente: www.sigloxxi.com