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lunes, diciembre 26, 2005

Evo no es Rigoberta

Por Mario Roberto Morales

Entre las malas costumbres de los neoliberales destaca la de explicar los fenómenos sociales mediante bipolaridades irreconciliables, de modo que perciben el dilema político actual de América Latina como una lucha entre lo que ellos llaman liberalismo (pero que en realidad es neoliberalismo, es decir, la doctrina del control de la política y el Estado por la iniciativa privada) y lo que perciben como populismo, lo cual en realidad constituye un amplio espectro de movimientos sociales derivados directamente del fracaso de la puesta en práctica de políticas neoliberales desde la altura de los gobiernos.

Esta lógica lleva a los neoliberales a meter en su saco populista a los gobiernos de Brasil, Argentina, Uruguay, Venezuela, Cuba y, ahora, Bolivia, luego del atronador triunfo del indígena Evo Morales, quien ha arrollado en las elecciones presidenciales de su país respetando todos los requisitos de la democracia que las oligarquías, los intelectuales neoliberales y el republicanismo reaccionario que tiene tomada la Casa Blanca anteponen para aceptar o bien imponer poderes constituidos en cualquier parte del mundo. Se cuidan de decir que el triunfo de Morales es resultado del fracaso de las políticas neoliberales en Bolivia. Tampoco dicen que la probable victoria de López Obrador en México obedecerá a similar razón, y mucho menos que ese ha sido el caso de Argentina, Uruguay, Venezuela y Brasil. El caso cubano resulta, como se sabe, de otras causas históricas.

Por su parte, las izquierdas trasnochadas creen ver una conspiración del espíritu fatal de la historia triunfando en Sudamérica, y han empezado a soñar con una hegemonía del sur sobre el norte en el corto plazo. Quienes sustituyen el "populismo" neoliberal por la "izquierda como necesidad histórica" ven asimismo en el triunfo de Morales un augurio de dominación étnica en América Latina, y sueñan con que Rigoberta Menchú llegue a ser presidenta de Guatemala, sobre todo porque Morales declaró que admira la lucha (loable, por cierto) de la mencionada empresaria farmacéutica (conocida con el nombre comercial de "Doctora Simi") para enjuiciar a algunos de los criminales militares y civiles de la contrainsurgencia en su país.

Quienes así sueñan no toman en cuenta que Menchú trabaja actualmente para un gobierno neoliberal que se ha dedicado a preparar el terreno para que la oligarquía guatemalteca tome de nuevo las riendas del Estado, dándole así continuidad el interrumpido proyecto de privatizaciones que el viejo Partido de Avanzada Nacional tuvo que truncar cuando Ríos Montt ganó las elecciones que llevaron a su testaferro Portillo a la presidencia. Una movida iniciada con el asesinato del obispo Gerardi y seguida con la puesta en escena que los portillistas enquistados en la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado perpetraron para simular que se hacía justicia encarcelando a temibles chivos expiatorios y dejando en libertad a los culpables directos, ya que éstos eran también los artífices de la victoria electoral de esta derecha militar y delincuente.

Igualar a Rigoberta Menchú con Evo Morales, sólo porque los dos son indígenas, equivale a equivocar un símbolo etnocultural en Europa y Estados Unidos -pero que carece de representatividad en su país-, con un líder político que ha paralizado el suyo con movilizaciones masivas y que ha ganado unas elecciones con la representatividad concedida por una afluencia sin precedentes a las urnas. Aunque Menchú pueda montarse en la ola étnica levantada por Morales, la equiparación de ambos es improcedente, sin que eso implique que aquélla no pueda llegar a capitalizar popularidad internacional e incluso nacional a partir del triunfo de éste.

Lo que está ocurriendo en América Latina es, sí, un desarrollo en el que diversas posturas de izquierda toman cuerpo gracias al rotundo fracaso de las políticas neoliberales de corruptos gobiernos anteriores. Y es, sin duda, un desarrollo alentador, en especial por las iniciativas de Kirchner, Lula, Chávez y, ahora, por los planes que Morales ha hecho públicos en cuanto a la nacionalización de recursos naturales y en cuanto al referendo para definir las autonomías regionales indígenas. Pero no se puede percibir este fenómeno como un triunfo de "la izquierda", si entendemos por izquierda esa fuerza dogmática, autoritaria y militarista que también fracasó con el mismo estrépito con que lo hizo el neoliberalismo. Además, falta todavía ver los desenlaces a mediano plazo de este interesante cambio en el sur de América para poder establecer su sentido histórico.

Explicarse el fenómeno arguyendo que no se trata sino de irracionales rebrotes de un populismo irredento que responde a cierta idiotez constitutiva de los latinoamericanos -como hacen los neoliberales- implica descalificar lo que no se comprende ni se acepta sólo porque expresa con gran contundencia el fracaso de las propias ideas y políticas. Y ver en este giro político una "necesidad histórica" que confirma que los izquierdistas trasnochados siempre tuvieron razón, implica -para el caso de Guatemala- no sólo justificar las sangrientas ligrezas cometidas por los komandantes de (hoteles de) cinco estrellas, sino también exculparlos de su responsabilidad en las masacres de indígenas civiles, un hecho histórico al que por cierto contribuyó Menchú con las inexactitudes que deliberadamente y por órdenes de su organización guerrillera, vertiera en su célebre testimonio escrito por Elizabeth Burgos.

Lo que ocurre en América del Sur es alentador porque confirma que las movilizaciones populares siguen siendo el motor de los cambios históricos, y porque corrobora que los aspavientos neoliberales están quedando en efecto enterrados luego de toda la miseria que causaron. Pero la necesidad del "análisis concreto de la situación concreta" obliga a esperar a que algunos desarrollos tengan desenlaces definitorios como para poder caracterizar con alguna pertinencia el sentido histórico de estos cambios políticos.

De lo que sí se puede estar seguro ahora mismo, es de que Evo Morales no es igual que Rigoberta Menchú, y de que el hecho de que Morales padezca la misma desinformación que suscita la adoración que los fans de aquélla le profesan, sólo confirma que la estrategia de la victimización "políticamente correcta", basada en su condición de mujer, indígena y "perseguida", le ha sido fructífera no sólo para azuzar las cristianísimas culpas que están en la base de la exaltación del buen salvaje, sino también para crear leyendas basadas en las necesidades emocionales de la gente a contrapelo de los hechos concretos. También prueba que convertirse en un símbolo culturalista es producto sobre todo de estrategias mediáticas, y que ser un líder político es resultado de la capacidad de movilizar masas mediante la hábil combinación de ideas y prácticas dirigidas a cambiar las condiciones sociales en que viven los seres humanos. Esta y no otra es la diferencia fundamental entre un producto culturalista cuya vigencia se nutre de los financiamientos de la cooperación internacional, como Rigoberta Menchú, y un producto político que resulta de las luchas populares en las que toma parte activa protagonizándolas, como Evo Morales.
Ni los izquierdistas de oenegé ni los neoliberales de cartilla logran explicarse lo que está ocurriendo en América Latina, por la sencilla razón de que unos están atrapados por su pasado guerrillero irresponsable y por su presente de farsa oenegista "políticamente correcta", y los otros por su impotente arrogancia y sus fallidas ínfulas oligarquizantes. De entre la maraña creada por los erráticos discursos de ambos, brota en Bolivia la fuerza del pueblo organizado sumiendo de nuevo en la incertidumbre a quienes creyeron que habían arribado al "fin de la historia" y a los que todavían creen que la historia es una fatalidad inapelable.

www.albedrio.org

lunes, diciembre 19, 2005

Petróleo y minería en las entrañas del poder

Por la redacción de Inforpress

• Negocios han fomentado redes de empresarios, militares y funcionarios nacionales e internacionales
• Sectores caracterizados por el tráfico de influencias, impunidad fiscal e irresponsabilidad ambiental
• Promoción estatal de las inversiones, sin tomar en cuenta opinión de comunidades, producirá inestabilidad


Este mes de noviembre Inforpress publicó una investigación exhaustiva sobre dos sectores económicos de suma importancia en Guatemala: el petróleo y la minería metálica. El libro, «Guatemala: petróleo y minería en las entrañas del poder», escrito por el investigador Luis Solano, presenta una descripción histórica y análisis de los «consorcios y personajes del mundo empresarial con inversiones en petróleo y minería». La importancia del estudio en parte reside en el hecho de que hasta la fecha, poca investigación se ha generado sobre el tema, debido precisamente a la manipulación de la información pública y del derecho. Solano, basándose en un número considerable de fuentes documentales y entrevistas, presenta una visión histórica de la evolución de estos sectores económicos, y su impacto sobre el Estado, especialmente en cuanto a cómo los negocios mineros y petroleros han ido de la mano de oscuras campañas que alimentaron las acciones estatales de contrainsurgencia. En este artículo, Inforpress presenta un breve resumen del libro. En el artículo en las páginas centrales, se presenta un resumen de los aspectos del libro relacionados específicamente al tema minero.

LO ESTRATÉGICO DEL PETRÓLEO
La historia del petróleo y la minería en Guatemala es parte importante de las complejas telarañas que envolvían la economía y la política guatemalteca y que estaban entrelazadas con poderes foráneos. Gran parte de la información contenida en esta investigación periodística, ha sido de conocimiento público. Sin embargo, hay muy poco acceso a la misma y se encuentra dispersa. El libro pretende ser un aporte de sistematización, que articula mucho de lo aparecido como noticias descontextualizadas y ofrece una lógica histórica de la economía política. Busca contar una historia muy poco conocida o que se ha perdido por razones generacionales.

Estas actividades van más allá de simples operaciones empresariales de carácter extractivo. Trascienden al plano político, escenario éste donde el petróleo y minería adoptan su real protagonismo como mercancías que reúnen poderosos intereses locales y extranjeros dispuestos hacer uso del poder que les otorga la propiedad sobre esos recursos.

Petróleo y minería son más bien redes políticas que han definido los rumbos del Estado y de la economía. Esa idea central del libro se refleja en una estructura con referentes históricos para explicar los nexos de las élites de poder locales con las redes de poder económicas y políticas estadounidenses y con diversos personajes de la arena política internacional.

PETRÓLEO Y MILITARES
El petróleo y la minería en Guatemala han estado tan estrechamente vinculados a los intereses militares, que implicó una influencia profunda en las debilidades del Estado para funcionar como Estado de Derecho, al extremo que la conformación misma del Estado ha sido influenciada por el capital petrolero y minero.

La investigación muestra los patrones recurrentes en la conformación de redes de asociación entre empresarios, militares y funcionarios públicos guatemaltecos, funcionarios y asesores del gobierno de Estados Unidos y accionistas de transnacionales, con el fin no sólo de tener control sobre las políticas y legislación pública, sino sobre territorios, de tal suerte que la geopolítica mundial del modelo energético llega aterrizar en la evolución de Guatemala como comunidad política nacional.

En base a extensas citas y referencias bibliográficas, se comprueba nombres y decisiones, y precisa tráficos oscuros adentro de las políticas públicas extractivas. El petróleo y la minería se muestran como un problema de economía política, no como meras estadísticas bursátiles. En este sentido, el flujo de poder se puede delinear perfectamente: el Estado es utilizado para hacer síntesis de los negocios corporativos en la industria extractiva y, en esa gestión, se aniquila a sí mismo o, más exactamente, desarticula los fundamentos discursivos de los que emana el concepto de «bien común», propio del modelo político constituyente que inspira al Estado moderno.

Por efecto de la industria extractiva, siempre con el más alto porcentaje de capital transnacional, la evolución política del país no sólo ha pasado por constantes ciclos de inestabilidad y militarización local, sino también por una suerte de permanente captura de la soberanía del Estado.

UN ESTADO CAPTURADO
El tráfico de influencias para la aprobación de leyes ha sido la forma de impunidad más común de las transnacionales involucradas. No hay sistemas legales, no hay estructuras institucionales y tampoco políticas o cultura pública de protección frente a la extracción de petróleo y minerales. Las transnacionales extractivas y los distintos gobiernos concentran su negociación hacia la reducción de las obligaciones fiscales de las empresas involucradas y hacia la concesión virtualmente gratuita de los territorios.

La forma más invisible de impunidad deriva de la irresponsabilidad ambiental. Éste ha sido el caso en la explotación petrolera y sigue siendo un problema grave en en el proyecto Marlin, de Glamis Gold, iniciado en Sipacapa, San Marcos, donde se revela la carencia estructural para tomar en cuenta y superar los riesgos de contaminación y depredación que están en juego.

Al mismo tiempo que los empresarios mueven a su antojo las piezas del tablero político, también han logrado silenciar la investigación periodística sobre esta historia, dejando las poblaciones afectadas sin la información necesaria para enfrentar las inversiones que irrespetan derechos y obligaciones.

CONSPIRACIONES Y ANTICOMUNISMO
Las políticas implementadas por los gobiernos de los llamados «años de la primavera democrática», obligaron a las corporaciones petroleras estadounidenses a retirarse del país. Pero su profundo interés por el crudo les hará unirse a las conspiraciones que buscarán derrocar a aquellas administraciones nacionalistas.

El anticomunismo se convierte en una bandera invisible de los inversionistas petroleros. Sus poderes están presentes en la contrarrevolución de 1954, años desde el cual se dará el espaldarazo definitivo a las inversiones petroleras y mineras en Guatemala. Incluso, hubo participación del sector en la conspiración en el plano internacional, tal el caso de la invasión a Bahía de Cochinos para derrocar el régimen de Fidel Castro.

Entre los casos más notorios en cuanto a la influencia de las transnacionales y el involucramiento de funcionarios públicos, es el de EXMIBAL. Este proyecto de extracción de níquel resume con ejemplos lo que cuenta la historia general del libro: la influencia de las transnacionales para cambiar leyes y reformarlas a su favor; el involucramiento de funcionarios públicos en los negocios de las transnacionales, sea como socios o como piezas operativas de sus inversiones; personalidades de los bloques de poder local que participan como accionistas; abogados de las élites que se convierten en representantes legales de las compañías foráneas y el financiamiento externo donde prevalece la figura del Banco Mundial.

BASIC: UN CASO PARADIGMÁTICO
El estudio también analiza la trayectoria de la empresa Basic Petroleum. La historia de cómo esta petrolera, sin experiencia previa, llegó a convertirse en exitosa, sólo se entiende por los estrechos vínculos que promovió con élites empresariales de clara posición anticomunista. Esta petrolera es, de hecho, un caso paradigmático para comprender conspiraciones políticas, a tal grado que su comportamiento me condujo a plantear la hipótesis de que la producción nacional de crudo durante los años más cruentos de la guerra de guerrillas -entre 1977 y 1983-, coadyuvó no sólo a luchas económicas y pugnas ideológicas entre grupos de poder, sino al financiamiento de la estrategia contrainsurgente y a la represión impulsada por el aparato militar y paramilitar.

Durante el último cuarto siglo comienzan a formarse nuevos intereses detrás de cada proyecto inversionista, los capitales detrás de esas operaciones, las estrategias estadounidenses que subyacen para impulsar la industria petrolera, algunas operaciones secretas poco investigadas que involucran a la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos y los escándalos y movimientos financieros de varias petroleras.

Este escenario se expresa en tres situaciones concretas, a saber: una, el énfasis puesto por los gobiernos de corte empresarial neoliberal en la inversión foránea en materia petrolera y minera; dos, los entretelones políticos detrás de proyectos actuales de refinerías para procesar crudo nacional; y tres, las relaciones entre megaproyectos, petróleo e hidroeléctricas.

Más recientemente, estas tendencias se expresan en el espaldarazo que los últimos tres gobiernos han dado a la inversión minera en San Marcos y las dinámicas sociales y políticas que se han generado alrededor de los proyectos de extracción de oro y níquel. Se plantea que la bonanza de precios por la que atraviesan muchos de esos minerales es el principal aliciente para promover la inversión extranjera, lo que al final beneficia a élites estríctamente.

Las alambicadas redes tuvieron en los negocios petroleros uno de sus ejes para poner en funcionamiento los engranajes de una maquinaria alimentada por gobiernos, ejércitos, élites políticas y económicas, organizaciones ultraderechistas y religiosas conservadoras, e incluso, grupos de la mafia internacional.

Ha habido presencia permanente de élites locales, ya fuera como accionistas, representantes legales o «poderes detrás del trono», las cuales interactúan con élites foráneas y transnacionales. Los negocios mineros y petroleros han ido de la mano con las perspectivas ideológicas y políticas de los gobiernos de turno, que por lo general aliados con intereses estadounidenses, e incluso, bajo presiones de las administraciones norteamericanas, han respaldado legal, económica y políticamente a empresas y empresarios.

FUTUROS ESCENARIOS
En un recuento de lo positivo y negativo de las consecuencias ambientales y sociales de la exploración y explotación del crudo y los minerales, aparece una balanza que se inclina hacia lo negativo. La importancia secundaria que en el mundo de los negocios petroleros y mineros tiene el medio ambiente y los derechos comunitarios queda demostrada en las continuas protestas y muestras de rechazo por los pueblos y organizaciones que se oponen a tales operaciones en sus tierras. La violencia política que ha acompañado el desarrollo de los proyectos mineros y petroleros ha sido otra constante de este devenir.

El daño ambiental, la debilidad institucional y jurídica, la violencia, las divisiones sociales, la exclusión de las poblaciones en la entrega de licencias y contratos, son algunos de los fenómenos que seguirán vigentes. Casos como el proyecto Marlin, en San Marcos, el campo petrolero de Rubelsanto, Alta Verapaz, o las minas de níquel en Izabal serán los mayores ejemplos de estos efectos negativos de no acudir a la consulta popular y la auditoría social.

Cabe también destacar el amplio respaldo del que goza la actividad petrolera en Guatemala por parte del gobierno estadounidense.

Las compañías mineras, en su mayoría son canadienses con alto porcentaje de acciones estadounidenses, buscan abrir puertas con el propósito de aprovechar la bonanza internacional por la que atraviesan muchos de los minerales existentes en Guatemala.

Los últimos tres gobiernos guatemaltecos han otorgado alta preferencia a desgravar la economía en favor de la inversión extranjera petrolera y minera. Los códigos de hidrocarburos y minería benefician extensivamente a las compañías extranjeras y, dados los buenos precios internacionales existentes en el mercado, ambas situaciones se conjugan para crear un enorme incentivo para las compañías extranjeras y sus socios locales. De ahí las amplias campañas promocionales oficiales y las múltiples empresas interesadas en el país.

La conflictividad que esas inversiones generan permite ver que, en el corto y mediano plazo, la estabilidad política del país será débil y tendrá en las luchas locales otro escenario que exigirá negociar, en términos más justos, los derechos comunales y nacionales.

El libro, Guatemala: petróleo y minería en las entrañas del poder, publicado por Inforpress Centroamericana.


Fuente: lista de discusión guate_minimg/inforpressca - Edición : 1635 Publicado : 25/11/2005

lunes, diciembre 12, 2005

De cómo el “Opus” se auto-condecoró

Por Mario Palomo

Sí bien es cierto que en otros países se sufren las cabronadas de los sectores dominantes, y que mientras las hacen, todavía tienen el cinismo de enrostrarle a la plebe (residuo de lo que alguna vez fue tan orgullosamente llamado Pueblo) cuando se condecoran entre ellos, como si se tratara de una cosa legítima, nacida de la autentica identificación de la gente, del reconocimiento popular de sus lideres. No cabe duda que aquí, esto sucede como sucede cualquier asalto, cualquier estafa, cualquier cosa de esas a las que en nuestro camino de ser plebe, pues ya nos hemos acostumbrado y vemos pasar con absoluta indiferencia.

Así, se condecoró con la orden del quetzal al Opus Dei, secta integrista de vena conservadora fundada por el cura español Josemaría Escrivá de Balaguer, quién en vida fuera digamos, nada menos que el aroma espiritual de la dictadura fascista de Francisco Franco en España. Es por “corrección política” y nada más, que no se le ve al presidente Oscar Berger asistiendo al culto opusdeista, ni haciendo evidentes sus filiaciones a dicho grupo, sin embargo su esposa Wendy sí.

Es cierto que en cada presidencia dicha orden ha sido otorgada al gusto y antojo del gobierno de turno, tan así que en 1937 fue galardonado el dictador Benito Mussolini. No obstante, ésta vez fue demasiado evidente, y con eso se termina de confirmar el carácter absolutamente anti-popular de nuestro gobierno de turno. Haber recibido la orden de Oscar y Wendy es equivalente a decir que, el mismo Opus Dei se dio el regalito y punto.

Más le preocupa a Berger andar quedando bien con los sectores reaccionarios de la institución feudal, que con aquellas fracciones consecuentes de la iglesia católica que han estado realmente del lado del pueblo denunciando las turbiadas detrás de las concesiones mineras e instando al pueblo a organizarse. Recuerdo que en aquél momento de las manifestaciones, el repudio de los sectores cavernarios de la oligarquía guatemalteca era virulento y lapidario. Del Opus ni pío en sus misas para ricos: aún queda por resolver el bochornoso asunto de la minería.

Pero basta con que se pronuncien airados sobre la ley de Acceso Universal y Equitativo de Servicios de Planificación Familiar toda la recua de mojigatos conservadores de la iglesia, entre quienes se disputan el poder en la superestructura, aquellos ligados al poder financiero (el Opus Dei con su integrismo cristífero-empresarial y las iglesias evangélicas con su interpretación “gerencial” de las sagradas escrituras –sino pregúntenle al lépero de “Cash” Luna-, entre otros) para intuir que Berger la vetará so pena de castigo de Wendy, o sea, del Opus.

Es claro que no toda la institución católica es igual: de parte de algunos de sus sectores más resueltos ha permanecido una institución “de cara al pueblo”, por eso hay que aclarar que no fue por ello que se premió al Opus Dei. A ésta infame institución se le ha premiado por lo que cumple para la oligarquía, esto es, ser una institución “de culo al pueblo”, al que siempre ha visto como “chusma”, o como servidumbre de la que “hay que apiadarse” con la limosna de los ricos. Bah.

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